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Smart Citizens? No es éso, no es éso.

No smart citizen 2Hoy me ha interesado

… esta muestra de deformación del lenguaje por parte de algún apasionado de la tecnología. Promociona con la marca smart citizen un artefacto, no un ciudadano. Sugiriendo también que su smart citizen kit convierte a un ciudadano en ‘smart‘; no me convence. Como tampoco que la plataforma que publicita sea un instrumento para que los ciudadanos produzcan la ciudad. Como si la ciudad fuera un producto. Creo que conceptos divergentes acerca del ideal ciudad, de ciudadano, de ‘smart’ y probablemente de inteligencia.

Como anécdota, lo más probable es que ésta sea irrelevante. El riesgo, sin embargo, es que algunos ilustrados-TIC, y luego algún político poco reflexivo, adopte el lenguaje y a través de él el mensaje que subyace, deformando así la que debería ser la figura del ciudadano inteligente.

Ya está sucediendo con el concepto de ‘smart city‘. El primer equívoco, como comentaba en una entrada anterior, es confundir smart con inteligente,  degradando el concepto humanista de inteligencia. El segundo es calificar como ‘smart’ una ciudad automatizada, incrustada de artefactos, en vez de poner el énfasis en una ciudad que albergue comportamientos inteligentes por parte de ciudadanos y organizaciones, con independencia de que estén más o menos apoyados por una infraestructura tecnológica. Sabemos bien que dotar a alguien de un smartphone no le convierte en el acto en inteligente. Que tampoco garantiza que adopte comportamientos más inteligentes. Algo análogo, imagino, podría decirse del ciudadano de una ciudad ‘smart’.

Georges Lakoff incitaba a los demócratas, en otro contexto, a conocer nuestros valores y enmarcar el debate. En lo referente a las  smart cities, es posible que la industria TIC se haya adelantado en enmarcar la cuestión, soslayando un debate real sobre los valores de una ciudad inteligente. Quizá sea tarde para poner las cosas en su sitio. No deberíamos dejar que sucediera lo mismo al respecto del smart citizen ni del ciudadano inteligente.

Porque perderíamos las posibilidades que todavía nos quedan de debatir y decidir cómo es la ciudad en la que escogemos vivir.

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La diferencia está en la mirada

Hoy me ha interesado … este fascinante video, al que he llegado a través de The New Yorker. Muestra cómo un ilusionista roba a su entrevistado el reloj, la cartera o el móvil, limpia e imperceptiblemente.

Portada video New Yorker

Pinchar para ver directamente el video. Puede contener publicidad.

Me sugiere varias reflexiones.

  • Como el artista explica sus trucos, le llamamos ilusionista y no ladrón.
  • Se trata de un personaje articulado, inteligente y reflexivo. Cualidades necesarias para ‘robar’ con la elegancia que demuestra.
  • El truco, como en todo el ilusionismo, es conseguir que la mirada del espectador/víctima se dirija a donde le interesa al mago.

El último de estos puntos me ha sugerido revisar mi colección de viñetas de El Roto. He seleccionado un par de ellas, para nada al azar.

Blog 20130206

Saludos cordiales.

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Internet, la manzana de la tentación y la pasta de dientes

Copio de un artículo reciente de The Economist sobre el futuro de los periódicos:

«La decisión de los diarios de poner gratis su contenido online se ve cada vez más como el equivalente en los negocios a la decisión de Eva de morder una manzana».

Tiene sentido. Hace quince años, cuando Internet empezaba a emerger como herramienta de uso cotidiano, Internet necesitaba el contenido de los periódicos más que éstos a Internet. Los periódicos se equivocaron al apuntarse a Internet antes de tiempo.

Pero rebobinar esta decisión es tan difícil como volver a meter la pasta de dientes en el tubo una vez está fuera. Una vez los clientes se acostumbran (o mal acostumbran) a no pagar por algo, dar marcha atrás es muy difícil. El diario en papel pierde lectores e ingresos en publicidad, que no se compensan con lo que generan las versiones electrónicas.

Sobre este asunto, ciberlibertarios e ilustrados-TIC celebran que Internet demuestre su poder de destrucción creativa en los periódicos, a los que consideran representantes «del mundo del árbol muerto en el que se imprimen las noticias de ayer«.

Para la Federal Trade Commission, encargada de proteger los intereses de los consumidores en los EEUU, la cosa no es tan sencilla. Traduzco fragmentos de la intervención inicial (.pdf) de su Presidente en unas jornadas recientes sobre el futuro del periodismo en la era Internet:

«El periodismo – en su sentido tradicional – tiene problemas. Nuevas formas de competencia y de publicidad distorsionan el modelo de negocio que ha sostenido el periodismo durante más de 150 años […] La competencia que Internet hace posible está en el centro de estos cambios […] La cuestión que queda abierta es si los cambios representan una «destrucción creativa» o simplemente una «destrucción».

Comparto esta preocupación. Ser progresista no consiste sólo en criticar lo antiguo, sino en construir lo nuevo. No tengo la impresión de que los ciberlibertarios más vocingleros estén por la labor.

Finalmente, recomiendo a los interesados seriamente en esta cuestión la lectura de la intervención de Rupert Murdoch (.pdf) en esa Jornada.

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Tipología de los twitteristas

¿Están todos los twitteristas cortados por el mismo patrón?

Ni mucho menos.

Los estudiosos de la interacción entre Tecnología y Sociedad han comprobado que las personas no adoptan los artefactos tecnológicos, tampoco el Twitter, de un modo determinado a priori, sino que amoldan los usos según su percepción, sus objetivos y sus intereses.

Una frase académica como la anterior, aplicada al caso concreto de Twitter podría parafrasearse al estilo de «Aunque el (…) se vista de twittero, (…) se queda«.

Guy Kawasaky ha identificado seis variedades de (…), incluyendo el novato, la marca, el Mensch y tres más de nombres difícilmente traducibles, por lo que recomiendo leer la descripción completa en su versión original.

Mi descripción favorita es la del tipo que Mr. Kawasaki bautiza como «la perra» (Bitch), que yo traduciría aquí como el bulldog:

«El bulldog. «¿De qué me puedo quejar?» […] Su ladrido es más fuerte que su mordisco, y su mordisco más que su visión. Su motivación: generar reacciones airadas. Acción recomendada: Bloquearlo».

Esta recomendación va en la línea de una entrada reciente sobre la infoxicación: el remedio contra el exceso de información irrelevante es poner un buen filtro; en el caso de los twitteros bulldog, dejar de seguirles. Sin embargo, a veces la curiosidad morbosa hace que bloquear a los bulldogs cueste tanto como a las marujas dejar de escuchar la última diatriba de Belén Esteban en los programas rosa de la tele. ¿Será que en el fondo somos unos criticones?

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Sociedad de la infoxicación

Según un informe reciente de la Universidad de California, San Diego, durante el año 2008 el norteamericano medio estuvo directamente expuesto cada día al equivalente a 34 gigabytes de contenidos y de 100.000 palabras de información. (Cifras resultantes de sumar todos sus canales habituales de información, incluyendo la televisión, la radio, la Web, los SMS y los videojuegos).

Una cantidad de información desorbitada. Tan desorbitada que incluso desvirtúa el concepto intuitivo de información. Porque ese americano medio es incapaz, lo seríamos todos, de absorber toda esa información, de darle significado. Y, ¿para qué queremos una información a la que no podamos adscribir ningún significado?

El informe proporciona también datos sobre cómo los norteamericanos distribuyen el tiempo que dedican a recibir información (11,8 horas diarias) y sobre el consumo de bytes, del que los juegos de ordenador representan (sorpresa!!!) el mayor componente. Incluyo los gráficos porque creo que presentan una imagen interesante de eso que se ha dado en denominar la Sociedad de la Información.

Un nombre que persiste aunque se trate de más información de la que podemos digerir. Supongo que no se la denominará como sociedad de la infoxicación por los mismos motivos que seguimos hablando de la sociedad industrial y no de la sociedad de la polución, por ejemplo.

Creo que valdría la pena reflexionar sobre los motivos de este sobreexceso de información, pero imagino que se trata de una tendencia imparable, por lo que es más práctico considerarlo como un dato que como un problema. En esta línea, recomiendo escuchar con atención el video en que Clay Shirky apunta a que el verdadero problema no es el exceso de información, sino el déficit de elementos tecnológicos, psicológicos, sociales e institucionales para filtrarla. Un ejemplo interesante del poder de los ‘marcos mentales‘.

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¿Murdoch 1 : Google 0?

¿Se siente Google amenazado por el anuncio de Rupert Murdoch de impedir al buscador indexar los contenidos de News Corporation?

Tal vez no. Tav vez sea sólo una casualidad que Google anunciara hace pocos días un nuevo servicio (First Click Free) orientado, según me ha parecido entender, a apaciguar a los editores de diarios que, como ha hecho Rupert Murdoch, consideran la posibilidad de impedir que Google indexe los contenidos por los editores cobran o pretenden cobrar.

La propuesta de Google consiste en indexar los contenidos de pago, pero mostrando sólo la primera página al usuario que llegue a uno de esos contenidos a través de Google. Si el usuario quiere acceder al resto, o utiliza más de cinco veces al día ese mecanismo, se le mostrará entonces el formulario de suscripción o de pago del contenido.

Imagino que se trata sólo de un movimiento de entre los muchos que veremos en la partida de ajedrez que parece configurarse entre Google y algunos medios de comunicación. Unos dirán que lo que cuenta es el resultado final. Otros, entre los que me incluyo, que podría ser una partida fascinante. De momento, si yo hiciera de juez, el resultado provisional sería el de la pizarra. El juego continúa.

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No hay que perderse este debate

Asistimos una vez más, al respecto de la evolución de Internet y la Sociedad de la Información, a una confrontación enconada entre un Gobierno torpe y un grupo de agitadores ciberlibertarios, dispuestos a armar ruido en general, y más si se trata de hacerlo contra los poderes establecidos.

El campo de juego está delimitado por:

  • La (burda) maniobra de incluir de tapadillo en el Anteproyecto de Ley de Economía Sostenible (.pdf) una modificación de las Leyes de Sociedad de la Información y de la Propiedad Intelectual (pág. 95 del documento).
  • La esperable reacción airada (y también oportunista) de un Manifiesto en defensa de los derechos fundamentales en Internet, redactado por una cuarentena de personas que se arrogan el derecho de hablar nada menos que en nombre de los periodistas, bloggers, usuarios, profesionales y creadores de Internet (énfasis añadido).

Empezaré, por si acaso, declarándome explícitamente biconceptual con todas las consecuencias, que quizá tendré tiempo de comentar en próximas entradas.

Danton, Robespierre, la Revolución Francesa y la guillotina

Pero estaría bien que esta escaramuza marcara el principio de un debate que valdrá la pena no perderse. No sólo por la trascendencia del asunto en sí, sino por lo que los términos del debate indiquen sobre el entorno. Citaré una vez más a Manuel Castells:

«Si la batalla fundamental acerca de la definicíón de las normas en la sociedad y la aplicación de esas normas en la vida diaria gira alrededor de conformar la mente humana, la comunicación es clave en esta batalla […] El proceso de comunicación opera de acuerdo con la estructura, la cultura, la organización y la tecnología de comunicación en una sociedad dada». (Communication Power, pág. 4).

¿Qué nos dirá este debate sobre nuestras estructuras, organizaciones y culturas?

Lo iremos viendo.

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Literatura y teléfono móvil

Copio de una reseña de Robert Saladrigas en La Vanguardia sobre el libro «Fama» de Daniel Kehlmann:

«… el móvil, icono del progreso tecnológico concebido para hacer más cómoda – y controlada- la vida del ciudadano, cuyo uso masivo ha modificado para bien y para mal los hábitos sociales sin haber conseguido – como cabía confiar que ocurriera – aumentar sus expectativas de ser más felices».

Me queda claro que el crítico considera que el móvil ha contribuido a transformar la sociedad, pero que no necesariamente nos hace más felices.

No me queda tan claro, del modo en que está redactada la frase, si éso era precisamente lo que cabía esperar de la introducción de este artefacto.

O si se trata de justamente lo contrario: que nunca ha sido sensato esperar que un artefacto nos haga más felices.

En fin … Este un precisamente uno de los atractivos de la literatura: el lector es un partícipe activo de la obra, que puede recrearse en cada lectura.

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Where are the monkeys?

A raíz de que alguien leyera en su momento «The One Minute Manager Meets the Monkey«, en mi entorno inmediato, cuando alguien se queja de estar sobrepasado de trabajo, le sugerimos que quizá tiene demasiados ‘monkeys‘ en su despacho.

(En esta jerga, un ‘monkey‘ es algo de lo que uno se está ocupando cuando no le tocaría, cuando debería haberlo delegado, o rechazado, o traspasado a alguien).

Viene ésto a cuenta recordando que en tiempos reproduje aquí esta foto oficial del President de la Generalitat en su despacho:

Mi comentario en ese momento se centraba en cómo la imagen demostraba que el President no debe ser precisamente un usuario intensivo de los ordenadores ni de Internet.

El modo en que Barak Obama condujo su campaña presidencial y su confesada querencia por determinados artilugios tecnológicos (cuya marca no citaré) podría llevar a la presunción de que la mesa del Presidente de los EEUU tendría un aspecto muy distinto de la del President de la Generalitat.

Lo tiene, en efecto. En dos aspectos especialmente destacables:

  • Obama no tiene un PC en su mesa de trabajo.
  • La cantidad de papeles que le rodean es mucho menor.

Deduciríamos que el Presidente de los EEUU cobija en su despacho menos ‘monkeys‘ que el President de la Generalitat. Aunque no creo que el primero tenga menos problemas que atender.

¿Conclusión? Ninguna en concreto. Quizá sólo que no debe ser correcto identificar biunívocamente eficiencia con intensidad de uso del ordenador. Por lo menos en ejecutivos de un cierto nivel.

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Ilustre ‘ilustrado-TIC’ en piloto automático

Sensacional (en el sentido de despertar(me) fuertes sensaciones) artículo del Sr. Rodríguez Ibarra en El País. En un primer párrafo se refiere a

«… los denominados progresistas que […] reclaman valores para el uso de las nuevas tecnologías. Nunca he entendido muy bien las razones por las que se reclaman valores a un ordenador y no a una máquina de vapor. Ni el ordenador ni la máquina devapor son generadores de valores, sino el uso que las personas estemos dispuestos a dar a los mismos y la forma de organizar la sociedad que las tecnologías, viejas y nuevas, conllevan».

Mal está que un socialista no lo haya entendido. Al no reclamarse en su momento que la introducción de la máquina de valor y de las tecnologías que hicieron posible la revolución industrial fuera acompañada de la exigencia de unos mínimos valores, se generaron grandes desequilibrios y considerables  dosis de sufrimiento colectivo. Según Karl Polanyi, un historiador marxista autor de «La Gran Transformación«, un estudio clave para entender el trasfondo ideológico de la Revolución Industrial:

«Escritores de todas las opiniones y partidos, conservadores y liberales, capitalistas y socialistas, han descrito las condiciones sociales bajo la Revolución Industrial como un verdadero abismo de degradación humana«.

Me sorprendía que el Sr. Rodríguez Ibarra escogiera ignorar esos datos históricos. Pero me dejó boquiabierto su párrafo final:

«Hablar de socialismo sigue siendo hablar de colectivismo, de compartir, cooperar y colaborar; de internacionalismo y de cooperación; y eso hoy es hablar de Myspace, Facebook, Twitter, Tuenti, Creative Commons, Wikipedia o software libre. Nadie duda ya del éxito arrollador de estos proyectos basados en valores y principios socialistas».

MySpace es propiedad de Rupert Murdoch, cuya ideología es cualquier cosa menos socialista. Tampoco creo que el multimillonario creador de Facebook, una empresa que se valora en 10.000 millones de dólares, se sintiera cómodo siendo calificado de socialista. Porque, entre otras cosas, estoy convencido de que no tiene ninguna intención de socializar sus beneficios.

No discutiré la autoridad moral del Sr. Rodríguez Ibarra en materia de socialismo. Pero conclusiones como ésa obligan a retirarle toda la que hubiera podido tener en asuntos tecnológicos.

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