Lo expeditivo del apagón de Internet por parte del Gobierno egipcio ha provocado más de una DialécTIC@ interesante y apasionada. No es la primera vez (ni será la última) que un Gobierno ejerce una censura drástica sobre un medio de comunicación. Sucedió con la prensa, con la radio y con la televisión: sería utópico esperar que no se intentara con Internet.
A más de uno ha sorprendido que el intento de censura del Gobierno egipcio tuviera éxito. El diseño de los protocolos de Internet tenía como uno de sus objetivos la construcción de una red resistente, que se mantuviera operativa aunque fallara o se destruyera uno de sus nodos. A partir de ahí se fue construyendo una imagen, quizá mítica, de que «Internet es tan grande y vasto que no es posible controlarlo«. Parece que no es del todo así. Cierto es que en un interesante ciclo de acción-reacción, los tecnólogos se han aplicado a encontrar medidas ingeniosas para saltarse el bloqueo, como mínimo parcialmente. Asistiremos previsiblemente a una escalada de medidas y contramedidas.
Destacaría también de este incidente el modo en que algunos ciberlibetarios han expresado su rechazo al bloqueo. Argumentando, por ejemplo, que «Internet no es de ningún gobierno, es de sus usuarios«. Hay otros casos de uso de este tipo de lenguaje: en un reciente artículo en Scientific American en el que lamentaba las prácTIC@s de algunas redes sociales, Tim Berners-Lee concluía:
«Why should you care? Because the Web is yours«.
Algún purista observará que la Web e Internet no son exactamente sinónimos. En todo caso,
¿Es realista sentenciar que Internet y/o la Web son de todos? ¿Sería igualmente apropiado concluir entonces que también la electricidad, por ejemplo también ‘es de todos’?
Pensaré sobre ello. Pero me gustará también conocer vuestras opiniones.