Las TIC nos acercan a Harry Potter

En un artículo publicado en el Financial Times el pasado Lunes, el presidente de una consultoría tecnológica se preguntaba «¿Hasta dónde pueden llegar los servicios basados en el teléfono (móvil)?»

Si recomiendo su lectura no es porque su razonamiento me parezca especialmente acertado. Sino justamente porque considero que es una muestra excelente de un vicio demasiado habital entre muchos devotos de la tecnología:

Presentar la tecnología como una solución en busca de problemas.

Dar por sentado que «la tecnología está disponible» equivale a «hay que utilizarla«.

Adoptando la perspectiva opuesta, mirando desde la sociedad hacia la tecnología, creo la pregunta relevante sería más bien:

¿Hasta donde queremos que lleguen (o conviene que lleguen) los servicios basados en el teléfono móvil?

Es cierto que una buena parte, quizá la mayoría de los colectivos «socialmente determinantes» tienen dificultades en integrar las tecnologías en sus proyectos de futuro (en otras ocasiones he denominado a este fenómeno como una fractura digital estratégica).

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Pero me parece igualmente cierto que sería irresponsable dejar las imágenes y planes sobre el futuro de la sociedad en manos de una buena parte de los apasionados (cuando no fanáticos) de la tecnología.

Langdon Winner, una de las autoridades en el campo de las relaciones entre ciencia, tecnología y sociedad, escribió sobre este asunto (ya antes de Internet y los móviles) que:

Se busca en vano en los promotores y agitadores del campo de los ordenadores las cualidades del conocimiento social y político que caracterizaban a los revolucionarios del pasado […] En todo aspecto, la evolución de los ordenadores es claramente silenciosa respecto de sus propios fines».

Algo que puede seguramente aplicarse a muchos de los que, como el articulista del Financial Times y más de un experto en las TIC, proclaman las virtudes de la revolución de las tecnologías.

Porque (tomándome la libertad de parafrasear a otro blogger)

Todavía hay muchos problemas que los ordenadores no pueden solucionar, pero casi ninguno que no puedan crear.

Como anécdota final, me pareció interesante que el articulista del Financial Times resaltara las ventajas de poner un GPS en el móvil (útil para los desorientados) a la vez que apuntaba que sería aún más interesante poder ver en un mapa las posiciones de aquellos a quien nos interese tener controlados.

Como el «mapa del merodeador« que aparece en los libros de Harry Potter, pensé yo. La tecnología ya permite, como en el cuento, tener marcos de fotos animados, posiblemente con video y sonido a no mucho tardar. Ahora parece que pronto tendremos el mapa del merodeador. Quizá lo que ocurre es que, para algunos, la misión de la industria TIC sería acercar nuestra vida a la de Harry Potter.

Por si así fuera, yo me pido prime para la «Room of Requirements» que aparece en el capítulo 18 del tomo quinto de las aventuras del joven mago. Por razones que podría explicar, pero que prefiero que cada cual imagine a su gusto.

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