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Cuatro preguntas para reformar el capitalismo

150727 BlogHace ya casi un año me sorprendió que McKinsey, un agente del establisment, publicara «Redefining capitalism«, un artículo con reflexiones para reformar el capitalismo (no para reemplazarlo). Concluía asÍ:

«Today our culture celebrates money and wealth as the benchmarks of success. This has been reinforced by the prevailing theory. Suppose that instead we celebrated innovative solutions to human problems. […] Both capitalism and our society would be the better for it.«

Hace poco, en el blog de la Singularity University, también un agente del  establishment capitalista, se publicaba una pieza con un título similar: «Should We Redesign Capitalism to Address Our Jobless Future?«. La doctrina de la Singularity es que la tecnología nos traerá un futuro de abundancia material, pero no necesariamente de trabajos decentemente pagados. Así pues, concluye también que:

«We need to be prepared and to develop a new version of capitalism that benefits all.«

Intuyo que no se trata de una coincidencia. Que, como se propone en otro artículo reciente, esta vez en The Guardian, «The end of capitalism has begun.» Su conclusión es parecida (aunque no su razonamiento):

«Is it utopian to believe we’re on the verge of an evolution beyond capitalism? The democracy of riot squads, corrupt politicians, magnate-controlled newspapers and the surveillance state looks as phoney and fragile as East Germany did 30 years ago.«

La economía capitalista es un sistema, y como tal no cambiará de una día para el otro. Requerirá un proceso. Y, como todos los procesos, su evolución depende de las respuestas a las cuatro preguntas del diagrama. Por ejemplo, ante la pregunta del portavoz de la Singularity («Should WE redesign capitalism?»), la cuestión a ponderar es la identidad de ese WE. Porque sospecho que no todos los dispuestos a responder en afirmativo estarán de acuerdo en el Why?, y aún menos en los What? y los How?

Mas sobre ello, quizá, en próximas entradas. Entretanto, de cara al curso que viene ¿alguien se apuntaría a montar un grupo de debate (mejor presencial que virtual) sobre estas cuestiones?

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Que Bauman y The Economist coincidan no es coincidencia

Economist 140118

From: The Economist, 18/01/2014

Dos recientes artículos de The Economist (1 y 2) sobre el impacto futuro de las Tecnologías de la Información (las TIC) en el empleo y lo salarios merecen ser leídos y debatidos, como mínimo por los que nos interesamos por las interacciones entre tecnología y sociedad.

Porque el panorama que pinta The Economist, cuyas posiciones son habitualmente comedidas, es para preocuparse. Sus conclusiones incluyen algunas como las siguientes.

La primera, ya conocida, es la perspectiva de la desaparición de muchos de los trabajos actuales:

«Technical change is increasingly taking the form of capital that effectively substitutes for labour […] One recent study by academics at Oxford University suggests that 47% of today’s jobs could be automated in the next two decades.»

Esta ola de innovación disruptiva genera a corto plazo desigualdades también disruptivas:

«America may be pioneering a hyper-unequal economic model in which a top 1% of capital-owners and “supermanagers” grab a growing share of national income and accumulate an increasing concentration of national wealth […] For workers the dislocating effects of technology may make themselves evident faster than its benefits. Even if new jobs and wonderful products emerge, in the short term income gaps will widen, causing huge social dislocation and perhaps even changing politics.»

Tomando como referencia el precedente de la Revolución Industrial (el único que tenemos acerca del impacto social de un cambio drástico de la base tecnológica), y apoyándose también en las opiniones de varios académicos poco sospechosos de alarmismo, los efectos de esta disrupción, de hecho iniciada ya en los 80, podrían plausiblemente prolongarse una o dos décadas más.

La conclusión final es que:

«Society may find itself sorely tested if, as seems possible, growth and innovation deliver handsome gains to the skilled, while the rest cling to dwindling employment opportunities at stagnant wages.»

The Economist acaba recordando que, como explicaba muy bien en la misma revista Peter Drucker hace más de 10 años, la época de las revoluciones industriales fue un época de innovación tecnológica, pero todavía mucho más de innovación social e institucional. Sería pues el momento de la innovación en políticas que vayan más allá de facilitar (a ciegas, diría yo) el discurso hiper-tecnológico.

«Adaptation to past waves of progress rested on political and policy responses […] Today’s governments would do well to start making the changes needed before their people get angry.»

Ahí es donde Bauman, cuya ideología no es precisamente afín a la de The Economist, coincide al concluir su último libro que:

«Parece que necesitamos que se produzcan catástrofes para reconocer y admitir que podían producirse. Es un pensamiento escalofriante, quizá el que más. ¿Podemos refutarlo? Nunca lo sabremos si no lo intentamos: una y otra vez, y cada vez con más fuerza«.

El problema, en absoluto menor, es que no esté nada claro dónde vale la pena apuntarse para empezar. Para generar ideas, discursos y planes alternativos a los de gente como la Singularity University o mis muy apreciados ilustrados-TIC.

¿Sugerencias?

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La Ley de Murphy y la Tecnología

navaja suiza

Hoy me ha interesado

… el artículo «Matones de WhatsApp» (acceso para suscriptores) publicado en La Vanguardia. Porque, en un tono no habitual en el tratamiento de las TIC por la prensa generalista, empieza con una frase plena de sentido:

«La tecnología no nos hace mejores ni peores, pero ayuda a que los buenos y los malos instintos se expandan con más eficacia.»

Una verdad que va más allá del suceso al que se refiere el artículo. Las tecnologías no son siempre neutras, pero incluso cuando lo son se  contaminan inevitablemente con los valores de quienes las adoptan, más que con los de quienes las inventan. Pienso en particular en hechos como la existencia de la ‘internet oscura‘, la revelación de la vigilancia de gobiernos de uno y otro color sobre la comunicaciones por Internet y el modo en que algún ilustre ilustrado-TIC pone el grito en el cielo al respecto.

Ocurre que no sólo es inevitable que si algo puede ir mal vaya mal algún día. Es peor. El mal existe, y es más que la ausencia de bien. Si hay oportunidad de utilizar algo (un medio, una herramienta, una tecnología) para hacer daño, alguien habrá indefectiblemente que aproveche esa oportunidad.

Mi admirado Langdon Winner, al que traigo repetidamente a este espacio, ya avisó en su momento de que:

«La revolución de los ordenadores es claramente silenciosa con respecto a sus propios fines.»

Imaginar lo contrario, que las TIC serían la excepción que escapara a la Ley de Murphy, es como mínimo inocente, y probablemente irresponsable, cuando no tendencioso. No debería sorprender a nadie, y menos a un supuesto experto, que esté emergiendo:

«Una red demencial para un mundo disfuncional, en el que las herramientas de comunicación que deberían mejorar el mundo y conectarnos a todos se convierten en algo siniestro, que amenaza nuestra privacidad y nuestros derechos más fundamentales.«

No sólo vivimos en un mundo disfuncional (el asunto de la privacidad no es ni de lejos el más disfuncional); hay usos de las TIC que contribuyen a ello. Tengamos presente, por ejemplo, la contribución de un uso irresponsable de ordenadores, algoritmos y redes a la virulencia de la crisis financiera actual. Lo que sucede es, citando otra vez a Langdon Winner,

«Se busca en vano entre los promotores y agitadores del campo de los ordenadores las cualidades de conocimiento social y político que caracterizaban a los revolucionarios del pasado.»

Proclamar que «las herramientas de comunicación deberían mejorar el mundo» es conceptualmente erróneo, además de ilusorio. Porque no son las herramientas, sino las personas y los grupos de personas los que cambian el mundo. No todos, sin embargo, dan la talla.

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Cantos de sirenas … tecnológicas

SirenasHoy me ha interesado …

… la comparación que Jaron Larnier hace en su último libro entre los grandes actores globales de Internet y las sirenas.

En la mitología griega, las sirenas distraían con su canto a los marineros, de modo que sus naves perdían el rumbo y acababan por estrellarse contra las rocas. De ahí la metáfora del canto de sirena como una tentación, ya descrita por Homero:

«Nadie ha pasado con su negro bajel sin que oyera la suave voz que fluye de nuestra boca, sino que se van todos después de recrearse con ella, sabiendo más que antes, pues sabemos cuantas fatigas padecieron en la vasta Troya argivos y teucros, por la voluntad de los dioses, y conocemos también todo cuánto ocurre en la fértil tierra».

La analogía es tentadora. La «la suave voz que fluye» es la que actores como Google o Facebook proclaman como su misión («organizar la información del mundo y hacerla universalmente accesible y útil«, «hacer que el mundo sea más abierto y conectado«). Su oferta nominal son servicios gratuitos que facilitan que acabaremos «sabiendo más que antes», pues ellos conocen «todo cuando ocurre en la fértil tierra». 

Lo que completaría la analogía con las sirenas es que la misión real de esas empresas no es ayudar a sus usuarios, sino explotarlos. Los números cantan: el margen bruto de Google y de Facebook es del 72%. Lo que obtienen de nosotros es mucho más de lo que nos ofrecen.

Además, apunta con cada vez más fuerza la noción de que estas empresas actúan como agentes económicos extractivos. Imponen de hecho un no-diseño social en el que acaparan los beneficios, pero externalizan los costes sociales asociados a los mismos. Costes que incluirían:

  • El desacoplamiento entre crecimiento económico y empleo (Leer en Technology Review)
  • El desacoplamiento entre la generación de riqueza y la renta de las familias (comentado aquí)
  • La pérdida de privacidad, incluyendo su papel clave en asuntos como el PRISM.

Temas éstos a explorar en próximas entradas.

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Es un insulto llamar buitres a estos inversores

Vulture Fund

Crédito Imagen: Institute for Social Change.

Hoy me ha interesado

… un artículo en el New York Times que relata cómo la compra masiva de viviendas por fondos de inversión inmobiliaria está haciendo subir los precios en zonas donde los efectos colaterales de la ola anterior de especulación inmobiliaria dejaron hipotecas impagadas, bloques vacíos y ciudadanos sin vivienda.

En la jerga financiera llaman fondos buitre a éstos que compran a bajo precio activos de quien necesita vender para generar liquidez a corto plazo. Sin embargo, creo que utilizar ese calificativo para los que invierten especulativamente en los restos del naufragio inmobiliario es bastante inapropiado.

Porque, según leo por ahí, estos desagradables pajarracos son útiles «juegan un papel importante en los ecosistemas al eliminar la carroña que de otra manera sería terreno fértil para enfermedades». Ya parece feo de entrada asimilar a carroña lo que los especuladores devoran. Pero hay una diferencia más importante con los buitres ecológicos. Los depredadores financieros no previenen enfermedades del ecosistema social, sino que son precisamente el síntoma de una enfermedad: la hipertrofia de un sistema financiero que gana generando burbujas y gana también digiriendo los restos de la catástrofe que esas burbujas generan. Llamarles buitres es, pienso, un insulto a los buitres de verdad, y creo que también a las víctimas de la especulación.

Todo lo anterior viene al caso de que algo parecido podría estar ya sucediendo o llegar a suceder en España con activos inmobiliarios como los aparcados en el banco maloUna entidad, dicho sea de paso, bastante opaca, a pesar de que ha recibido una nada despreciable cantidad de fondos públicos. Pero que, según se supo hace poco,  paga a su Presidenta (y también a su Director General) salarios superiores a los 30.000 euros mensuales por persona. Todo para ayudar a los Bancos a limpiar las consecuencias de sus malas prácticas en la concesión de préstamos.

Se me ocurre una medida simple que aliviaría la desazón que producen estas noticias (espero que no sólo a mí). Establecer un impuesto de (digamos) el 75% sobre las plusvalías en operaciones inmobiliarias. Pienso que reduciría la especulación, favorecería el alquiler y quizá hasta haría posible devolver a las haciendas públicas parte del dinero que han tenido que aflojar en todo este asunto.

Es posible que algún experto pueda argumentar que ese impuesto sería un disparate. Tal vez. Pero, ¿a que tendríamos un debate interesante?

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Bernanke (de la Reserva Federal) sobre economía y política

BernankeHoy me ha interesado …… el discurso de graduación de Ben Bernanke, el chairman de la Reserva Federal de los EEUU, en Princeton, la universidad de la que es catedrático en excedencia.

En general, por el estilo nada académico ni engolado en el que formula diez recomendaciones de vida para los nuevos graduados.

En particular, por dos citas que extraigo a continuación.

La primera, una definición de la Ciencia (?) Económica que no es nueva en sí misma, pero sí notable viniendo de quien viene:

«Economics is a highly sophisticated field of thought that is superb at explaining to policymakers precisely why the choices they made in the past were wrong«.

La segunda cita tiene que ver con su particular valoración de los políticos.

«My experience is that most of our politicians and policymakers are trying to do the right thing, according to their own views and consciences, most of the time. If you think that the bad or indifferent results that too often come out of Washington are due to base motives and bad intentions, you are giving politicians and policymakers way too much credit for being effective«.

Posiblemente éste es el drama con el que muchos convivimos en nuestra relación con la política. Tiene que ver con el aforismo apócrifo que sostiene que, puestos a elegir entre tenérselas con un inepto o con un hijo de p***, lo segundo es siempre más fácil. Por que éste último, a diferencia del primero, es como mínimo previsible. Así nos va.

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A favor de la ‘Slow Tech’

Foto: Gary Taxali en el New York Times

Hoy me ha interesado

… una visión del frenesí tecnológico desde una óptica newyorkina (o quizá, más propiamente del New Yorker).

Transcribo (con negrillas añadidas) el que me parece el párrafo clave, que aparece después de comentar, presentándolos como polos de una realidad contrastada:

«My unprovable hypothesis is that obsessive upgrading and chronic stagnation are intimately related, in the same way that erotic fantasies are related to sexual repression. The fetish that surrounds Google Glass [… grows ever more hysterical as the economic status of the majority of Americans remains flat. When things don’t work in the realm of stuff, people turn to the realm of bits».

En un artículo en la misma línea en el New York Times, el tecno-realista (algunos dirán que tecno-escéptico) E. Morozov ofrece una interpretación complementaria, parafraseando el conocido refrán «Cuando uno tiene un martillo, todo lo que ve son clavos«:
«Given Silicon Valley’s digital hammers, all problems start looking like nails, and all solutions like apps«.

Intuyo que en Silicon Valley no estarán de acuerdo. Pero su fundamentalismo tecnológico empieza a verse cuestionado incluso desde los Estados Unidos. Un articulista de Forbes avisaba hace poco de que «the Silicon Valley hype machine is unbelievable, and you really have to be careful about what you read«. En la misma línea, pero esta vez en clave europea, PressEurope se refería hace poco a la «ideología californiana» que, con argumentos (débiles) como los que esgrime Kevin Kelly, intenta deslumbrarnos con imágenes futuristas para ocultar una ideología neoliberalista subyacente.

Nada nuevo en el fondo; la historia se repite. Porque la historia demuestra que la tecnología y los artefactos tecnológicos se  han impregnado e impregnan de ideología y política.

Creo que nos convendría prestar menos atención a Silicon Valley (también a los ilustrados-TIC que les hacen de voceros) y más a otras alternativas. Porque su ideología y su política no generan, ni siquiera localmente, las condiciones idóneas para vivir. O prestarle, en todo caso, una atención lenta, como la que propugna Delayed Gratification, la revista de ‘periodismo lento‘ que acabo de recibir (en papel, por supuesto) y que me dispongo a saborear,  durante estos días de asueto.

Que los disfrutéis con salud.

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Cuando la realidad desborda la ‘wisdom of the crowd’

Hoy me ha interesado

… el video que acompaño. Que confirma mi propuesta de conjurar una innovación social disruptiva que cambie las tendencias en la distribución de la riqueza. Pero que, además, muestra los límites de la ‘wisdom of the crowds‘ y, en consecuencia, del crowdsourcing que tan de moda se ha puesto.

Os sugiero que, para empezar, visionéis el primer minuto y medio del video.
 

Si os ha interesado, no necesito sugerir que continuéis hasta el final; lo haréis igualmente. Pero, si no tenéis ahora mismo los cinco minutos que requiere, podéis saltar directamente al minuto 5, para oir que la tendencia a la desigualdad se ha incrementado durante los últimos treinta años.

Como se trata de una tendencia consolidada, parece sensato pensar que sólo una innovación social disruptiva, como la que intenta el movimiento «Occupy Wall St.» podrá darle la vuelta.

Me interesará ver si los datos equivalentes sobre la distribución de la riqueza en España están disponibles. Si alguien los tiene a mano, analizados o en bruto, le agradeceré que me pase la pista. Porque, aunque me gustaría equivocarme, no creo que el panorama que pinten sea demasiado distinto.

Gracias por leer hasta aquí. Saludos cordiales.

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Aquí hace falta una innovación disruptiva

Hoy me ha interesado

… leer en la HBR un artículo sobre la disrupción de la innovación disruptiva. Merece, creo, una crítica reposada, que prepararé para una próxima entrada.

Antes de ello, la lectura del artículo me ha recordado dos datos que llaman a gritos a una buena innovación disruptiva.

GDP EEUUEl primero, extraído del New York Times muestra el aumento del peso porcentual en el PIB de los beneficios empresariales de los EEUU durante los últimos 30 años, junto con un descenso paralelo de las rentas de las personas.

Se me ocurrió primero que esa tendencia era sólo el resultado del capitalismo puro y duro de los yanquis. Pero no.

PIB Rentas E

Datos INE. Gráfico El País.

Porque en las mismas fechas El País publicaba el gráfico que acompaño. Que, si lo interpreto correctamente, señalaría que el peso porcentual de los salarios en el PIB español es menor que en EEUU. Y también que, con la excepción de la época de la burbuja inmobiliaria, las tendencias de evolución de los salarios y de los beneficios empresariales durante la última década son idénticas en ambos países.

Añadiría, sin especular que haya necesariamente una relación causa efecto, que la tendencia a la pérdida de peso de los salarios coincide (más claramente en el caso de EEUU) con el despegue de las nuevas TIC: el PC en los 80, Internet en los 90. Pero tal vez se trate sólo de una casualidad, no una causalidad.

¿Qué hacer para invertir, o por lo menos equilibrar, estas tendencias?

Una posibilidad sería publicar un manifiesto, quizá con el lema: «Asalariados del mundo, espabilad!!!»

Otra, que me parece más atractiva, sería plantear esta cuestión como un reto de innovación disruptiva a los entusiastas de la innovación social. Y, si el reto pareciera poco, añadiría la propuesta de que lo patrocinara alguna de las empresas que lideran las campañas de reputación social corporativa.

¿Sugerencias? ¿Comentarios?

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Reid Hoffman: Nadie te rescatará si fallas

Blog 130131

La afirmación de Reid Hoffman, el fundador de LinkedIn, que extraigo de su todavía reciente «The Start-up of You«, sonará a unos como una oportunidad, y a otros como una sentencia. Seguramente tiene razón, porque Zygmunt Bauman ha construido sobre la misma idea su discurso acerca de la sociedad líquida (la cita es de «El arte de la vida«). Pero uno escribe sobre el éxito de la ética de Silicon Valley mientras el otro escribe de la disolución de estructuras sólidas que, nos gusten ahora más o menos, conferían a mucha gente un sentimiento de seguridad.

Hay un contraste enorme entre sus puntos de vista, ambos inteligentes y bien explicados. El contraste es incluso aparente en la pose de los personajes; confiado y feliz uno, pensativo y como ausente el otro, envuelto en el humo de una pipa que a lo mejor hoy no le permiten encender en su despacho de la Universidad.

Leo a ambos, sopesando en la trastienda la tendencia a la polarización entre el 1% que se adapta y triunfa y el mucho (tal vez 25%) que no sabe o puede adaptarse y apenas sobrevive. Pensando también en la mayoría restante, que aspira a formar parte del estrato superior a la vez que teme acabar deslizándose hacia el otro. Porque, hoy por hoy, como dice Hoffman, «nadie, ni tu empleador, ni el gobierno, te rescatará si fallas«.

Pero es una trampa. Porque debe haber, de hecho hay, alternativas sensatas a la ética despiadada de Silicon Valley, que Hoffman implícitamente suscribe. Sólo hay que mirar, con entusiasmo y espíritu positivo, hacia otras partes.

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