A medio comentar el asunto del WiFi ciudadano con Jordi Pardo, el director del Laboratorio de Cultura de Barcelona Media, me pregunta de sopetón:
«¿Crees que los Ayuntamientos, o las Administraciones en general, tendrían que crear en Internet el equivalente de las ‘plazas públicas’?»
Jordi es arqueólogo, por lo que intuyo que su concepto de ‘plaza pública‘ no tiene tanto un referente urbanístico (espacio, cemento, árboles o no, asientos, …) como cultural, comunicativo, social. El ágora. La plaza entendida como un espacio de comunicación, conversación y debate entre ciudadanos. También como un espacio donde se comparten, como todavía sucede en ocasiones, eventos culturales o sociales.

A riesgo de meterme en camisa de once varas, pero contando con la benevolencia de Jordi, he esbozado en mi pizarra, más o menos en orden jerárquico, algunos de los ingredientes de lo que entiendo podría haber sido el Ágora tradicional. Sin ser capaz de concretar cómo se trasladan a un Ágora virtual. Porque:
- Creo que sigue siendo desafortunadamente bastante cierto que “Buscamos en vano entre los promotores y agitadores de Internet las cualidades del conocimiento social y político que caracterizaban a los revolucionarios del pasado” (Langdon Winner). El WiFi ciudadano no es suficiente, ni tampoco necesario, para construir el Ágora virtual.
- En paralelo, quienes podrían (incluso tal vez deberían) impulsar ese nuevo Ágora desde arriba, no incorporan las TIC a sus ‘marcos mentales’.
No estoy seguro de cómo se resolverá esta cuestión, pero sí puedo decir que me gustaría estar ahí para ayudar. De momento, etiquetaré esta entrada junto a las de Humanismo.com.
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