Cada vez está más claro que la neutralidad de la Red es un asunto importante, pero en absoluto trivial. Si lo fuera, la FCC (el organismo regulador de las telecomunicaciones en los EEUU) no hubiera considerado necesario emplear más de 100 páginas de texto denso en el documento que ha sacado hace pocos días a consulta pública.
De hecho, si el asunto fuera trivial no hubiera ni siquiera necesitado consultar a nadie para arbitrar:
«Los mejores modos de conseguir el objetivo de preservar y promover una Internet abierta […] de un modo que proteja las necesidades legítimas de los consumidores, de los proveedores de banda ancha, de los emprendedores, de los inversores y de los negocios de todo tipo que utilizan Internet».
En la misma línea, preguntándose si «¿Estamos preparados para la neutralidad de la Red»?, la «Information Technology and Innovation Foundation«, acaba de publicar un documento (mucho más accesible), en el que además de desbrozar el asunto en 10 preguntas concretas, expresa su preocupación porque:
«Las emociones no son sustitutivas del análisis, y reglamentar un asunto tan importante requiere un análisis completo, cuidadoso y objetivo […] Lo que sorprende es que éste sea un asunto caracterizado más por puntos de vista diametralmente opuestos sobre el problema y la solución que por un análisis cuidadoso […] La ausencia de ni siquiera un acuerdo básico sobre la naturaleza de este asunto (la neutralidad de la red), y mucho menos sobre su solución, es como mínimo preocupante».
Un contraste manifiesto con la postura de uno de los más ilustres ‘ilustrados-TIC‘ de nuestro entorno, que despacha así el asunto en una intervención pública:
«Internet en Europa evoluciona de manera preocupante para convertirse en algo diferente de Internet: una red no libre, en la que se podrá cortar la conexión a cualquiera sin garantías judiciales, se legalizarán las escuchas y la monitorización del tráfico, y se terminará la neutralidad de la red […] Todo indica que nos dirigimos en Europa hacia tiempos muy oscuros».
¿Qué objetivo tiene este sensacionalismo irresponsable? ¿Cómo interpretarlo? ¿Cómo combatirlo? ¿Cómo reemplazarlo por un debate más ordenado y reflexivo sobre la tecnología y nuestra sociedad?