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Hablemos de langostas

Hablemos de langostasHoy me ha interesado …

… leer los siempre sorprendentes ensayos de David Foster Wallace, esta vez en «Hablemos de Langostas«.

El ensayo que da título al libro es divertido, típico del estilo del autor y recomendable, pero no el que he quisiera comentar aquí. El que me ha llamado la atención es uno dedicado a comentar (a destrozar, más bien) una biografía de la tenista Tracy Austin, la mujer más joven en ganar, a sus 17 años, el Open de EEUU.

Foster Wallace la admiraba como deportista. Pero explica haber quedado muy decepcionado por la superficialidad de la persona reflejada en su biografía (más allá de la evidente falta de talento del ‘negro’ que la escribió). Le sorprende el contraste entre la capacidad mental que requiere resistir la presión de jugar bien al tenis al máximo nivel (el autor relata haber sido de joven un aceptable jugador) y la falta de sustancia del resto de su vida.

Transcribo parte del párrafo con el que cierra el ensayo:

«Este es, para mí, el verdadero misterio: la cuestión de si una persona así es idiota o mística o ambas cosas o ninguna […] También, al empezar a abordar las diferencias de comunicabilidad entre pensar y hacer y entre hacer y ser, pueden dar la clave de por qué las autobiografías de deportistas de élite resultan al mismo tiempo tan seductoras y tan decepcionantes para los que las leemos. Como suele suceder con la verdad, hay una cruel paradoja de por medio. Es posible que los espectadores, que no gozamos de un don divino para el deporte, seamos los únicos capaces de ver, articular y animar la experiencia de este don que nos está negado. Y que aquellos que reciben y ejecutan el don de la genialidad atlética deban ser por fuerza ciegos y mudos acerca del mismo: y no porque la ceguera y el mutismo sean el precio que pagar por el don, sino porque son su esencia».

¿Que cambia si reemplazamos atletismo por tecnología? En estos días en que leo y reflexiono sobre los efectos colaterales de las innovaciones disruptivas de Internet, fantaseo también sobre qué escribiría Foster Wallace al respecto de los geeks que las originan y promueven. Si, como sugiere que sucedía en el caso de Tracy Austin, su ceguera y/o mutismo sobre cuestiones no tecnológicas, y en especial las relativas a la filosofía, el humanismo y las cuestiones sociales, son también la esencia de su innegable talento tecnológico. No me extrañaría.

Recuerdo una sensación similar después de leer biografías como las de Bill GatesRichard Feynman o Steve Jobs. Los admiro por los resultados de su trabajo; pero no serían, particularmente para mí, referentes como personas. Intuyo que es probable que lo mismo suceda cuando aparezcan biografías sensatas de los grandes innovadores de Internet. Ojalá me equivoque.

Recuerdo, entre tanto, algunas citas de mi estimado Langdon Winner:

«La revolución de los ordenadores es claramente silenciosa con respecto a sus propios fines».

«Apenas se introduce una nueva invención, alguien se ocupa de proclamarla la salvación de la sociedad libre».

«Es característico de las sociedades basadas en grandes y complejos sistemas tecnológicos que las razones morales que no sean de necesidad práctica aparezcan muy obsoletas, idealistas e irrelevantes».

«Se busca en vano entre los promotores y agitadores del campo de los ordenadores las cualidades de conocimiento social y político que caracterizaban a los revolucionarios del pasado».

Continuará. Inevitablemente.

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El diseñador que lo des-diseñe y lo vuelva a diseñar …

Tech Chaos

Fuente Imagen: New York Times

Hoy me ha interesado

… la quasi-coincidencia de varios artículos, en revistas nada sospechosas de ludismo, que sugieren la conveniencia de re-pensar cómo son y cómo utilizamos nuestras comunicaciones electrónicas.

En el New York Times:

  • «People constantly complain that their e-mail in-boxes are unmanageable».
  • «Something may have been lost as we adopted these new communication tools: the ability to concentrate».
  • «Nobody can think anymore because they’re constantly interrupted».

Una de sus conclusiones:

«We’re only beginning to understand the workplace impact of new communication tools. The use of such technology in the office is less rational than we would like to think«.

En los blogs de la Harvard Business Review proponen una reflexión sobre las consecuencias de priorizar la comodidad sobre privacidad a la hora de escoger los instrumentos de comunicación que utilizamos.

«Our longing for convenience means we’ve created a matrix that can and will be used against us«.

El autor propone siete criterios deseables de los servicios electrónicos que facilitarían a los usuarios tomar el control de su privacidad. Me parecen razonables. Sin embargo, me temo que no los cumple ninguno de los servicios que utilizo habitualmente.

¿Podría cambiar? Supongo que sí, con un cierto esfuerzo. Sustituir mis cuentas en Google o Yahoo! por las de un proveedor privado. Utilizar DuckDuckGo en lugar de Google. Borrarme de Facebook y negarme a interactuar con páginas que me piden ‘Likes’ o sólo admiten comentarios con las herramientas de Facebook. Etcétera.

¿Lo haré? Quizá mañana. Como es previsible que mañana diga lo mismo, probablemente nunca.

Vuelvo a uno de mis mantras de estos días. La tecnología genera posibilidades. El diseño genera soluciones. Creo que lo que los artículos citados sugieren es que si el email o los buscadores se hubieran diseñado desde una perspectiva de beneficio social agregado, no serían como hoy son.

La realidad, sin embargo, es quizá sea tarde para rediseñarlos. Langdon Winner, que aparece a menudo por este espacio, avisó hace tiempo:

«En el terreno técnico repetidamente nos involucramos en diversos contratos sociales, las condiciones de los cuales se revelan sólo después de haberlos firmado».
«Es un error serio construir un sistema sociotécnico detrás de otro con la fe ciega de que cada uno resultará ser políticamente benigno».

Los del PRISM han puesto ésto último de actualidad. Hay tema para más días.

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Haciendo política desde la tecnología

Blog 2013.011Hoy me ha interesado …

… un frase en el blog de Enrique Dans (subrayada en el tablero), en el contexto de una reflexión acerca de la información que empresas como Google, Facebook y similares acumulan sobre sus usuarios.

La preocupación acerca de la propiedad y los usos de esos datos puede o no ser un síntoma de paranoia. Dans piensa que sí y yo que no, pero admito la discrepancia. Pero hacer, como hace Dans, una valoración distinta en función de si es una empresa o un gobierno quien tiene los datos es síntoma de que se aplican a esta cuestión criterios ideológicos. Que afectan en este caso a un asunto de políTIC@ (política relacionadas con las TIC).

Un reflejo de que, como señaló hace tiempo Langdon Winner, hay tecnologías y  artefactos que son inherentemente políticos (.pdf). Sujetos, por tanto, a diferencias políticas. Intentar imponer criterios de pensamiento único a estos asuntos tecnológicos, como hacen tan a menudo los ilustrados-TIC, es tan malsano y peligroso como hacerlo en asuntos políticos. Por contra, discrepar y polemizar limpiamente, tanto en política como en políTIC@, me parece saludable y necesario.

Dicho ésto, no puedo menos que discrepar con Enrique Dans acerca de este asunto. Firmemente, aunque sin acritud. La cuestión de la propiedad y uso de los datos personales, sea por parte de empresas privadas o de organismos públicos, es una cuestión política y debe resolverse democráticamente en los ámbitos donde se han de resolver las cuestiones políticas. Sus implicaciones van mucho más allá de la libertad de ser usuario o no de determinadas empresas (que recogen datos nuestros de todos modos).  Pienso en particular que se debería considerar que  las políticas de Open Data que se promueven (con buen sentido) para las administraciones públicas serían también aplicables a estas empresas privadas. Aún a riesgo de que se les hundiera el modelo de negocio. Porque, como ya sabemos o deberíamos saber, supeditar la política, incluso la políTIC@ a la economía y a los negocios es un mal asunto para el 99% de nosotros.

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Sobre inteligencia y tecnología

marinaHoy me ha interesado

… volver sobre el asunto de la inteligencia y las TIC que abordaba en una entrada reciente.

El asunto de la inteligencia es escurridizo. Los expertos explican que hay varios tipos de inteligencia, más o menos independientes entre sí. También que cada persona es inteligente a su manera. Según cuenta Ken Robinson, la inteligencia de cada uno es tan particular como sus  huellas digitales (las huellas analógicas de sus dedos,  para ser preciso).

La pregunta apropiada no es pues «¿Qué tan inteligente es una persona (o una máquina)?«, sino «¿De qué modo es inteligente esa persona (o quizá esa máquina)?«.

Para mí, lo característico de la inteligencia (humana) es la capacidad de sorprender. De crear. De no repetirse. Al hilo de ello, he recuperado mi vieja copia de la «Teoría de la inteligencia creadora» de José Antonio Marina. De entre lo subrayado hace años entresaco:

«La característica esencial de la inteligencia humana es la invención y promulgación de fines.» (pág, 17)
«Lo que caracteriza a la mirada inteligente es que dirige su actividad mediante proyectos.» (pág. 34)

No se me ocurre preguntar a mi iPhone (un teléfono supuestamente inteligente) por sus proyectos. No esperaría respuesta. Imagino que tampoco se inventará objetivos.

Con todo, la yuxtaposición de una persona, que en principio podemos suponer inteligente, con un ‘smartphone’ puede producir resultados sorprendentes. Por ejemplo, según un informe reciente (.pdf)  el usuario típico (norteamericano) de un ‘smartphone’ consulta Facebook 14 veces al día. ¿Calificaríamos este comportamiento como inteligente?

Creo que no. Me tienta, sin embargo, especular con que quizá el propiciar ese comportamiento fuera uno de los fines perseguidos por la maquinaria industrial que pone smartphones y Facebook en manos de los usuarios. No sabría cómo verificarlo. Pero, aplicando la cita de Marina y tomando en cuenta la cantidad de gente inteligente que trabaja para Apple, Google, Facebook y similares, tampoco me resulta inverosímil.

Casualmente, o quizá no, ya incluso antes de Internet, Langdon Winner observó que «La revolución de los ordenadores es claramente silenciosa con respecto a sus propios fines.»

Tema este último para una próxima entrada.

Saludos cordiales.

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A favor de la ‘Slow Tech’

Foto: Gary Taxali en el New York Times

Hoy me ha interesado

… una visión del frenesí tecnológico desde una óptica newyorkina (o quizá, más propiamente del New Yorker).

Transcribo (con negrillas añadidas) el que me parece el párrafo clave, que aparece después de comentar, presentándolos como polos de una realidad contrastada:

«My unprovable hypothesis is that obsessive upgrading and chronic stagnation are intimately related, in the same way that erotic fantasies are related to sexual repression. The fetish that surrounds Google Glass [… grows ever more hysterical as the economic status of the majority of Americans remains flat. When things don’t work in the realm of stuff, people turn to the realm of bits».

En un artículo en la misma línea en el New York Times, el tecno-realista (algunos dirán que tecno-escéptico) E. Morozov ofrece una interpretación complementaria, parafraseando el conocido refrán «Cuando uno tiene un martillo, todo lo que ve son clavos«:
«Given Silicon Valley’s digital hammers, all problems start looking like nails, and all solutions like apps«.

Intuyo que en Silicon Valley no estarán de acuerdo. Pero su fundamentalismo tecnológico empieza a verse cuestionado incluso desde los Estados Unidos. Un articulista de Forbes avisaba hace poco de que «the Silicon Valley hype machine is unbelievable, and you really have to be careful about what you read«. En la misma línea, pero esta vez en clave europea, PressEurope se refería hace poco a la «ideología californiana» que, con argumentos (débiles) como los que esgrime Kevin Kelly, intenta deslumbrarnos con imágenes futuristas para ocultar una ideología neoliberalista subyacente.

Nada nuevo en el fondo; la historia se repite. Porque la historia demuestra que la tecnología y los artefactos tecnológicos se  han impregnado e impregnan de ideología y política.

Creo que nos convendría prestar menos atención a Silicon Valley (también a los ilustrados-TIC que les hacen de voceros) y más a otras alternativas. Porque su ideología y su política no generan, ni siquiera localmente, las condiciones idóneas para vivir. O prestarle, en todo caso, una atención lenta, como la que propugna Delayed Gratification, la revista de ‘periodismo lento‘ que acabo de recibir (en papel, por supuesto) y que me dispongo a saborear,  durante estos días de asueto.

Que los disfrutéis con salud.

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Jugando con fuego

Traduzco del arranque del reciente informe «Riesgos Globales 2011» del World Economic Forum:

«El mundo no está en condiciones de afrontar nuevas convulsiones graves. La crisis financiera ha reducido la resistencia económica global, al tiempo que la creciente tensión geopolítica y el aumento de las preocupaciones sociales sugieren que tanto los gobiernos como las sociedades tienen menor capacidad que nunca para afrontar los retos globales».

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Geek is better than greed, but is it good enough?

Para añadir a la de mi ‘post’ de ayer sobre la conveniencia de combinar habilidades sociales y habilidades tecnológicas para avanzar en la sociedad-red.

(Los paréntesis son añadidos a la cita original)

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