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¿Quién quiere ser … chic@ Zuck?

La foto original no llevaba título, pero me viene al pelo al reseñar un perceptivo (y largo) artículo de la novelista Zadie Smith sobre Facebook, al que califica como «the greatest distraction from work I’ve ever had, and I loved it for that».  Aunque va más allá, al especular que «I think a lot of people love it for that«.

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DialécTIC@s sobre la inteligencia

Enseñar un trimestre al año, sobre «Información, Tecnología y Sociedad«, es para mí un ejercicio estimulante. En el que aprendo tanto como mis alumnos (aunque espero que no más que ellos). En la última clase, dando una mirada sociológica a la historia de Internet, comentamos algunos de los ‘marcos mentales‘ de Google, según se describen en su web y en un artículo todavía reciente de Nicholas Carr.

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‘Realities’ en red

Detecto leyendo Mashable! (recomendable) lo que podría ser una tendencia emergente de convertir Internet en un ‘reality’.

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En concreto:

  • Coca-Cola patrocina una «Expedición 206» en la que un equipo de tres viajeron han de recorrer en 365 los 206 países que en los que se vende Coca-Cola.
  • Charmin, una marca de papel higiénico, busca candidatosdivertidos y entusiastas‘ a los que pagará 10.000 $ por atender durante 5 semanas a los visitantes de WC públicos en un evento de la marca en Times Square y retransmitir sus impresiones.
  • Ford lanza una campaña (Fusion 41) en la que 8 equipos competirán en una carrera de relevos que se documentará en los ‘social media’.

Entiendo que Coca-Cola bautice a sus viajeros como «Embajadores de la Felicidad«. Pero eso no impidi considerarlos como protagonistas de una traducción a la Red de los ‘realities’ de la televisión.

  • ¿Hemos de esperar que la Red, como la tele, se contamine de ‘realities’ de todo tipo?
  • ¿Qué reacción os produce esa posibilidad?

Addenda al hilo de mi entrada reciente sobre los ciberactivistas: Este tipo de acciones publicitarias apunta a que se considera que la combinación +Protagonistas tendrá más gancho que los mensajes aislados. Si los protagonistas de esas campañas defendieran una causa noble, les llamaríamos activistas. Pero no. Buscar protagonismo en la red puede muy bien ser, lo es a menudo, un síntoma de ciberindividualismo.

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Individualistas en red

Escribe un articulista de El País:

«La Red, que fue anunciada por los teóricos como formidable contrapoder, ha salido, de momento, de lo más sumisa. Cada uno cuelga o vomita su texto o su comentario iracundo y ahí nos quedamos: en el mejor de los casos, un mosaico de desahogos; en el peor, un océano de conformismo nihilista».

Le traiciona el lenguaje. La Red no es sumisa: los son en todo caso muchos de los que se muestran en la Red. Así y todo, ¿debería sorprendernos?

blog_091022Pienso que no. La Red puede sin duda utilizarse  como herramienta de contrapoder. Pero ello exige personas y grupos que compartan una causa y asuman el compromiso de actuar. Abundan mucho menos que el ‘individualismo en red‘ sobre el que ha escrito Manuel Castells.

Ser activo en Internet es fácil. Cuesta muy poco escribir un blog; menos aún despacharse con un exabrupto virtual. Ser activista exige algo más. Langdon Winner escribió aceradamente sobre los mitos ciberlibertarios, apostillando que:

“Buscamos en vano entre los promotores y agitadores de Internet las cualidades del conocimiento social y político que caracterizaban a los revolucionarios del pasado”.

Probablemente sea cada vez más cierto que todo lo que existe en el mundo real se reproduce en Internet; no siempre a la inversa. En la Red, como en la vida, pasar de la visión a la palabra es más fácil que pasar de la visión a la acción.

No basta con que las ideas tengan pies y cabeza (aunque estamos hartos de encontrarnos con propuestas carentes de ambas). Hace también falta dosis apropiadas de compromiso (que está en el corazón) y de un estómago suficiente para digerir los contratiempos, que siempre los hay. Estas cualidades pueden ejercerse en la Red, pero no nacen de la Red.

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Tuenti reinterpreta lo natural

Pillo por casualidad la noticia de que para una representante de Tuenti:

«Restringir la edad de los usuarios a la mayoría de edad resultaría antinatural. Por eso hemos puesto la edad mínima de uso en los 14 años […] Ya el hecho de cortar en los 14 años nos parece un corte importante porque hay niños que desde los 12 años ya están conectados a la red. Pero a los 14 años los usuarios ya tienen uso de razón y hay muchos usuarios en esta franja de edad aunque la media está en los 24 años».

A riesgo de que me tilden de purista, protesto enérgicamente contra el uso de la palabra natural en esta argumentación.

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Según el Diccionario de la Real Academia

Sin entrar en el fondo de la cuestión, limitar o no el acceso de los menores a Tuenti puede ser apropiado o inapropiado, beneficioso o dañino, factible o imposible; opinable, en cualquier caso.

Lo que es seguro es que ese acceso, sea o no de menores, es genuinamente artificial.

No se trata de una anécdota, sino de un síntoma. En todos los debates, también en los relacionados con Internet, es cada vez más necesario tener en mente consejos como los de Georges Lakoff («Know your values: Frame the Debate«) o avisos como el de Manuel Castells: («La forma fundamental de poder reside en la capacidad de conformar la mente humana“). Quien enmarca el debate tiene más posibilidades de ganarlo.

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Tuenti no declara sus valores, pero sí sus intereses. Es lógico y lícito que los defienda. Pero no a costa de deformar el lenguaje, porque ello conduce también a deformar los valores. Protejamos las palabras.

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¿Hay soluciones biográficas a las contradicciones del sistema?

Un artículo en el Washington Post explica historias de profesionales en paro a los que les cuesta asumir su situación. Ante su entorno social, e incluso ante su familia. En algunas localidades se han organizado grupos de soporte, como ‘Parados Anónimos‘ para ayudarles a salir de esa situación. Richard Sennett describe estas situaciones en su muy recomendable «La corrosión del carácter«.

Hace unos días, un artículo en El País promocionaba a un consultor de recursos humanos que esgrimía como eslógan: «Cualquiera puede crear su propia profesión«. Potencialmente cierto, pero también engañoso. Porque, como bien apunta el subtítulo del libro de Sennet (‘Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo’), someterse a la disciplina de trabajar en una gran organización durante 15 o 20 años más bien anula que estimula las habilidades creativas necesarias para conocerse a uno mismo, visionar un nuevo proyecto y desarrollarlo.  Por lo menos desde mi experiencia.

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Se admiten sugerencias

Por último, en una entrevista en  La Contra de La Vanguardia, el sociólogo Robert Castel escribe, más bien en la línea del Washington Post: «La gente en paro está degradada, no puede conducir su vida con un mínimo de independencia«. (El consultor de El País diría probablemente que sí que podrían, siempre que le contraten).

Zigmunt Bauman ha descrito la dificultad inherente a la obligación de  ‘encontrar soluciones biográficas a las contradicciones del sistema». Quizá la respuesta de Robert Castel es que «Debemos inventar nuevas formas de intervención», que tendrían que trascender lo individual, para «construir una sociedad verdaderamente humana en la que exista un mínimo de solidaridad y justicia«.

Será cuestión de ponerse a ello. Dejo en mi pizarra apuntes para reflexionar.

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Marcos mentales: Equilibrar ética y beneficios

Se habla ahora de insuflar nuevas regulaciones y nuevas dosis de ética en los sistemas financieros. Pero, ¿quién pondrá el cascabel al gato?

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Según se recoge en la figura, extraída de un reciente Informe Mensual de ‘la Caixa’, la participación del sistema financiero en la creación de PIB de los EEUU ha aumentado de forma sostenida durante las últimas décadas. Tomando el gráfico como referencia,

¿Sería adecuado fijar como objetivo que el peso del sector financiero se situara, por ejemplo, en los niveles de los años 70? Si no, ¿quién y cómo fijaría la referencia?

Además, a menos que se aceptara reducir el nivel de riqueza, ese 10% extra de contribución al PIB se habría de sustituir por otras actividades.

¿Habría gobernantes y Gobiernos dispuestos a (capaces de) asumir una decisión de ese estilo? ¿Lo aceptaría la sociedad?

En cualquier caso, me parece evidente que no se puede confiar la responsabilidad de poner al sector financiero en su sitio, sea el que fuere, a los mismos que desde las instituciones de regulación, y también desde las posiciones académicas, no hicieron lo que necesario para que la trayectoria de los últimos 25 años del gráfico fuera diferente. Y eso, concediéndoles el beneficio de la duda en cuanto a que no hayan contribuido activamente a lo contrario.

Dos apuntes finales:

  • Hay que estar preparados para que alguien, con buena o mala intención, califique la figura como un reflejo de la emergencia de la ‘economía del conocimiento’.
  • En España, reubicar el sector de la construcción representa un problema del mismo orden que el esbozado aquí para el sector financiero en los EEUU.

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¿Sólo en las finanzas hace falta más ética?

Las páginas de Economía de El País y El Mundo coinciden este domingo en subrayar la creciente demanda de insuflar mayores y más fuertes componentes de ética en la actividad financiera.

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La manifestación más radical es la del catedrático Antón Costas:

«Una enfermera o un médico que con su inexperiencia o negligencia provocan daños a un paciente son apartados de su puesto de trabajo, pierden su reputación profesional y han de responder civil y penalmente por las consecuencias de su conducta. Igual sucede con cualquier otro profesional. Excepto con los banqueros. Cuanto más gorda la arman, más probabilidad tienen de que las autoridades vengan en su auxilio […]  Es el paraíso de la irresponsabilidad profesional».

Los consultores que firman en el Mundo un artículo en la misma línea coinciden en proponer que:

«La ética puede y debe desempeñar un papel fundamental para recuperar y conservar la confianza del cliente y en el futuro del sector financiero».

De hecho, pensándolo bien, quizá no esté de acuerdo en aplicar sólo a los banqueros (y financieros) el diagnóstico de falta de responsabilidad profesional. En entradas anteriores he escrito sobre la misma cuestión aplicada a  políticos y economistas y a los MBA (quizá también a los directivos en general). Y me pensaré si la misma reflexión podría o no aplicarse a los Catedráticos de Política Económica, la profesión del Profesor Costas. Cuando averigüe por qué no publicaron sus críticas hace años, si es que tenían motivos para hacerlo.

La cuestión de la ética y las profesiones merece más reflexión. Me la apunto en la lista de pendientes.

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El valor de reclamar el valor de la cultura

blog_090713 Artículo valioso y valiente de Gemma Lienas en El País en contra de la cultura del ‘free’.

Valiente como es siempre de esperar en una escritora como Lienas, capaz de, para defender su postura en contra de legalizar la prostitución, titular un libro como «Yo quiero ser puta» (que yo, padre de dos hijas, recordaba freudianamente como un «Papá, quiero ser puta» que me hubiera puesto en un serio aprieto).

Valioso porque argumenta, a diferencia de tantos ‘ilustrados-TIC‘, con un sentido común que debiera siempre estar por encima de que uno sea o no internauta. Porque se puede estar a favor de Internet y en contra de la falacia de que sea éticamente aceptable, y mucho menos beneficioso y casi obligado, fusilar y distribuir contenidos en contra de la voluntad de su autor.

En los países sajones hay la tradición de incorporar como asignatura a los curriculums escolares el ejercicio del debate. Si Gemma Lienas me aceptara de compañero de equipo, me encantaría debatir esta cuestión a campo abierto contra una pareja de ‘ilustrados-TIC’. Convencido de que ganaríamos el evento.

Insisto sobre esta cuestión porque pensando que atractivo del ‘free’ puede ser irresistible, pero que no sólo es irracional, sino incluso perjudicial. Porque a menudo impulsadeclinar escoger la mejor oferta para pillar otra que es peor, pero gratis. Porque los apóstoles del ‘free’, conscientemente o no, muchas veces nos engañan.

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Daños colaterales: Sofistas 2.0

En plena reflexión sobre el futuro de los periódicos y del periodismo, leo en un manual de escritura del siempre inquieto Luis Pastor:

«Tal como lo veían los sofistas, escribir, comunicar, puede convertirse en un oficio que esté al alcance de todos«.

Luis cuenta también que «Platón tenía miedo al poder que tenían los sofistas de cambiar la mente de quien los escuchara y acabara convencido», postulando que «sólo se puede y debe comunicar lo verdadero».

Creo que resulta evidente que Platón perdió la partida hace tiempo, mucho antes de que nos llegara la fiebre de la Web 2.0. Pero me parece igualmente evidente que el fenómeno 2.0 está dando  cancha amplia a muchos más sofismas y sofistas.

blog_090629aUn efecto colateral, uno más, de la tecnología. También un motivo más para tomar en cuenta la recomendación de Langdon Winner:

“La tarea importante no es estudiar los efectos e impactos del cambio técnico, sino evaluar las infraestructuras materiales y sociales creadas por tecnologías específicas en las actividades de nuestra vida […] Ante una propuesta de un nuevo sistema tecnológico, los ciudadanos y sus representantes tendrían que examinar el contrato social implícito en la construcción del sistema en una forma determinada”.

Mucho me temo que la apuesta por la sociedad de la información lleva también implícito en el contrato el crecimiento de la sociedad de la ignorancia y también de la sociedad de sofismas y sofistas.

¿Os apetece compartir sofismas populares sobre la sociedad de la información? Pongo éste a debate.

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