En la línea de la entrada anterior, y de otra aún más anterior, otra verdad importante en la que creo:
«Never doubt that a small group of thoughtful, committed citizens can change the world; indeed, it’s the only thing that ever has.» (Margaret Mead)
- Conseguir un compromiso real y efectivo de ese grupo de ciudadanos, incluso si es pequeño. Sabemos demasiado bien lo fácil que un aparente compromiso inicial se diluya muy pronto en el tiempo. Lo sabemos incluso cuando ese compromiso es con nosotros mismos (aprender idiomas, hacer ejercicio, ponernos a dieta, leer a Proust, …).
- Que los ciudadanos del pequeño grupo asuman ese compromiso de modo «thougthful» (‘done or made after careful thinking’, según el Webster). Lo que lleva a excluir casi automáticamente a los demasiado indignados. Porque a todos nos cuesta mucho pensar cuidadosamente cuando nos domina la indignación. O de hecho, cualquier otro sentimiento, incluyendo el entusiasmo.
El equilibrio duradero es el que sale del equilibrio justo entre «thinking, feeling y willing»; entre el pensamiento, el sentimiento y la voluntad. Un equilibrio no siempre fácil.
La parte final del enunciado de Margaret Mead contiene la que considero una segunda verdad. Que puede enunciarse en positivo o en negativo:
- Los grandes cambios se inician desde un grupo pequeño.
- Es muy difícil que un grupo grande (y menos aún una asamblea) asuma un compromiso suficiente y sostenido en el tiempo.
- No parece sensato, menos aún en los tiempos que corren, esperar que sean los gobiernos (locales, autonómicos, estatales, supraestatales, galácticos) quienes cambien el mundo (para mejor).
Dicho ésto, como sucede con tantas verdades, de lo que se trata es de aplicarse el cuento. Lo que implica, en particular, dejar la tecla (o el video) y pasar a la acción.