Este artículo de la Singularity University («The Coming Problem of Our iPhones Being More Intelligent Than Us«) me ha hecho recordar la cita que encabeza esta entrada, extraída de uno de los libros de Jaron Lanier .
Me solivianta (más aún al ver el artículo reproducido en The Washington Post). Porque hace la trampa (estoy seguro que consciente) de concentrarse en un cierto tipo de inteligencia; la de los ordenadores.
Como nos recuerda Ken Robinson, hay tipos muy distintos de inteligencia. Algunos de ellos, como la inteligencia existencial (la capacidad de abordar cuestiones como el sentido de la vida) o la inteligencia interpersonal (la capacidad de entender a otras personas e interaccionar con ellas) me parecen difícilmente digitalizables. Y, por consiguiente fuera del alcance del iPhone o de cualquier otro ordenador.
Algo que no creo que el representante de la Singularity U. ignore. No le subestimemos. De hecho, se delata en una frase de su propio artículo:
«Within seven years the smartphones in our pockets will be as computationally intelligent as we are.«
Para luego enmendarse, quizá buscando un titular, eliminando el adjetivo ‘computacional’ en la siguiente frase.
«These devices will continue to advance, exponentially, until they exceed the combined intelligence of the human race.«
Ken Robinson, poco sospechoso de tecnofobia, avisa de que:
«La idea popular de inteligencia se ha vuelto peligrosamente estrecha mientras otras capacidades intelectuales se ignoran o infravaloran.
Ken Robinson»
Jaron Lanier sugiere (convincentemente) que este estrechamiento de la idea de inteligencia no es espontáneo. Hay quien se aplica a ello, los de la Singularity entre ellos. El articulista de la Singularity U. acaba planteando la cuestión siguiente:
«These advances in technology are a near certainty. The question is whether humanity will rise to the occasion and use them in a beneficial way.»
Es, de nuevo, un planteamiento sesgado. Porque sabemos todos, lo saben también los que priorizan el desarrollo tecnológico por encima de todo, que hay una minoría dispuesta a acaparar una parte desproporcionada de la riqueza y poder que estos desarrollos generen. Y otra minoría dispuesta a utilizar toda su inteligencia explotándolos hacer el mal.
Pienso, por ello, que hay que contrarrestar la lógica perversa de los tecnófilos singularistas y exponencialistas.Quizá con preguntas como:
¿Por qué un esfuerzo comparable al que se invierte en construir y perfeccionar máquinas pseudo-inteligentes no se dedica a ayudar a más personas a saber comportarse inteligentemente?
Creo que valdría la pena pensar sobre ello. Como primera pista, sugeriría «Follow the money«. ¿Quién gana cuando los comportamientos no inteligentes proliferan (en la economía, en la politica, en el consumo, en las relaciones, en el enfoque de nuestra propia individualidad, …)?