
Foto: Gary Taxali en el New York Times
Hoy me ha interesado …
… una visión del frenesí tecnológico desde una óptica newyorkina (o quizá, más propiamente del New Yorker).
Transcribo (con negrillas añadidas) el que me parece el párrafo clave, que aparece después de comentar, presentándolos como polos de una realidad contrastada:
- los datos que muestran una tendencia sostenida al aumento de la desigualdad económica (no sólo) en los EEUU,
- la obsesión de algunos con lo último de lo último en materia de tecnología. Que se concreta estos días en las gafas de Google y los relojes conectados (a los que me resisto a calificar como ‘inteligentes’ ni ‘smart’).
«My unprovable hypothesis is that obsessive upgrading and chronic stagnation are intimately related, in the same way that erotic fantasies are related to sexual repression. The fetish that surrounds Google Glass [… grows ever more hysterical as the economic status of the majority of Americans remains flat. When things don’t work in the realm of stuff, people turn to the realm of bits».
«Given Silicon Valley’s digital hammers, all problems start looking like nails, and all solutions like apps«.
Intuyo que en Silicon Valley no estarán de acuerdo. Pero su fundamentalismo tecnológico empieza a verse cuestionado incluso desde los Estados Unidos. Un articulista de Forbes avisaba hace poco de que «the Silicon Valley hype machine is unbelievable, and you really have to be careful about what you read«. En la misma línea, pero esta vez en clave europea, PressEurope se refería hace poco a la «ideología californiana» que, con argumentos (débiles) como los que esgrime Kevin Kelly, intenta deslumbrarnos con imágenes futuristas para ocultar una ideología neoliberalista subyacente.
Nada nuevo en el fondo; la historia se repite. Porque la historia demuestra que la tecnología y los artefactos tecnológicos se han impregnado e impregnan de ideología y política.
Creo que nos convendría prestar menos atención a Silicon Valley (también a los ilustrados-TIC que les hacen de voceros) y más a otras alternativas. Porque su ideología y su política no generan, ni siquiera localmente, las condiciones idóneas para vivir. O prestarle, en todo caso, una atención lenta, como la que propugna Delayed Gratification, la revista de ‘periodismo lento‘ que acabo de recibir (en papel, por supuesto) y que me dispongo a saborear, durante estos días de asueto.
Que los disfrutéis con salud.