Tomo la siguiente propuesta de un profesor de Economía de Harvard:
«Haga una lista de las cosas que piensa que no deberían tratarse como mercados, incluso si hay compradores y vendedores. Si usted es economista, lo más probable es que su lista sea corta, quizá limitada a las drogas adictivas y un par de cosas más. Si no, quizá usted incluiría desde las relaciones sexuales hasta los votos en las elecciones, pasando por los recursos tóxicos […] Algunos pondrían la saidad, la educación o el servicio militar, o quizá los tres […]
La cuestión relevante es la diferencia en los criterios de inclusión utilizados por los economistas y los no economistas […] Desde la perspectiva de la Economía, la mayoría de nosotros no somos lo suficientemente modernos«.
Stephen Marglin, «The Dismal Science«, pág. 39.
Para no alejarme demasiado de la temática de la sociedad de la información, que se supone el foco de este espacio, enlazaría esta reflexión con el debate en curso sobre el futuro de la prensa y del periodismo en la era Internet. En una reciente comparecencia en el Senado de los EEUU, una ejecutiva de Google sostenía que:
«La estructura de la Web ha ocasionado que la unidad atómica de consumo de las noticias haya migrado desde el periódico hasta el artículo individual […] Tratar el artículo como la unidad atómica de consumo tiene consecuencias potentes. […] Requiere un enfoque de monetización distinto: cada artículo individual tiene que autofinanciarse«.
Aunque se presenta como el resultado de una lógica implacable, hay un montón de ideología, nada intrascendente por cierto, detrás de esta postura. Además, claro está, de un objetivo de maximización de beneficios para Google. Que se perseguirá, me temo, aunque fuera a expensas del beneficio de la sociedad.
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