Mi percepción de la utilidad de Twitter ha dado un (pequeño) salto hacia lo positivo después de una conversación con Eduard Vinyamata. Así que he decidido abrir una cuenta en Twitter y experimentar un poco.
Mi primer descubrimiento: La enorme diferencia en cómo ven el uso de Twitter la Casa Blanca y el Parlament de Catalunya.
Lo que me parece más relevante no es la diferencia en el número de seguidores (315 en el caso del Parlament), grande incluso tomando en cuenta las diferencias de población (tal vez un indicativo de una desafección política distinta de la que mencionan a veces nuestras instituciones).
Lo realmente notable es que el Parlament no escucha a nadie en Twitter, ni siqueira a alguno de aquellos que pretende que le escuchen.
¿Hemos de concluir que para el Parlament y los parlamentarios no tiene interés lo que pueda explicar ningún ciudadano de Cataluña? O tal vez, más seriamente, ¿su presencia en Twitter es sólo un gesto de modernidad de cara a la galería?
Sí me parece evidente, en cualquier caso, que el twitterismo del Parlament y el de la Casa Blanca corresponden a dos marcos mentales diferentes. Me tranquiliza comprobar que el hábito no hace al monje. Aunque el hábito sea el Twitter de mis queridos ilustrados-TIC.
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