Supongo que no soy el único a quien el tiempo le pasa muy rápido cuando está pegado a un ordenador y conectado a Internet. Acaban siendo muchas horas. Tantas, que alguien podrían preguntarse si es verdad que al final del día las TIC nos ahorran tiempo o también nos lo succionan; si nos ayudan igual a concentrarnos o en lo importante, o también a dispersarnos en un millón de cosas inmediatas que nos facilitan pero que quizá no deberíamos estar haciendo. No es mi intención volver hoy sobre este asunto de las TIC para lo urgente/para lo importante. Pero sí sobre la cuestión de las TIC y el tiempo. Según un estudio de «la Caixa», sólo el componente tiempo del transporte hasta el trabajo representa cerca del 3,5% del PIB en la economía española. Habría que añadir a esa cifra el gasto de combustible, el desgaste de los automóviles, e incluso la repercusión de la inversión en infraestructuras dimensionadas para el transporte hacia el trabajo.
Tendría sentido pues orientar las políticas y prácticas de las TIC nos sólo hacia el ahorro de tiempo en el trabajo, sino también en el tiempo de ir al trabajo, o para ahorrarnos directamente el ir al trabajo. Intuyo que la propuesta de IBM, que comentaba hace poco, iría también en esta dirección. Sin embargo, o mucho me equivoco, lo cual me alegraría, no parece que orientaciones de este tipo se estén ya incluyendo en el Pacto Nacional de Infraestructuras que propicia el Govern de la Generalitat, ni en iniciativas similares de nuestras otras administraciones. Cuestión, una vez más, de disparidad de ‘marcos mentales’.
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