Apenas había escrito mi entrada sobre las tres i’s (innovadores, imitadores, idiotas), cuando una columna del New York Times nos proporciona un ejemplo de esta tercera categoría. Según este diario, Joel Moss Levinson ha ganado más de 200.000 dólares en premios participando en concursos de propuestas de anuncios para la televisión como el que aquí se reproduce.
Para el individuo en cuestión, al que el periódico atribuye ‘un metabolismo como el de un ruiseñor y una intensidad de atención que parece hecha para la era del YouTube’,
«Es fantástico que te den permiso para ser un idiota».
Especialmente – apostilla el New York Times – cuando se trata de una idiotez patrocinada por empresas. La explicación del diario sobre este fenómeno no tiene desperdicio:
Las empresas empezaron a pedir este tipo de anuncios hace unos años después de darse cuenta de la popularidad de YouTube […] Con una necesidad frenética de conectar con los clientes más jóvenes, las compañías patrocinan estos concursos buscando nuevas formas de publicitar sus productos, consiguiendo a menudo atraer cientos de participantes y buenas dosis de atención.
Sin comentarios, aunque me quedo con una duda: Si ese individuo gana los concursos comportándose como un idiota, y es por éso que atrae a los clientes, ¿qué nos está diciendo sobre esos clientes? ¿y sobre lo que las empresas en cuestión piensan de ellos?
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