Archivo mensual: septiembre 2008

Sarkozy contra la sociedad líquida (bis)

Me parece oportuno, por segunda vez, llamar la atención sobre un discurso de Nicholas Sarkozy. En esta ocasión, sobre el pronunciado el pasado Jueves sobre la situación de crisis financiera. Como es habitual, fue directo al grano:

«Una crisis de confianza sin precedentes sacude la economía mundial […] El miedo es la principal amenaza que pesa hoy sobre la economía […[ No se restablecerá la confianza mintiendo, sino diciendo la verdad».

La prensa española se ha hecho eco sobre todo de sus alegatos contra el predominio de «un capitalismo financiero que había impuesto su lógica a toda la economía y había contribuido a pervertirla», un capitalismo financiero al que Sarkozy se propone ‘moralizar‘ y refundar. Sin embargo, me ha interesado más la renovación de su promesa de un programa de reformas profundas:

«La crisis actual es una crisis estructural […] a la que debe dar respuesta una política estructural […] No existe ninguna solución milagrosa que permita a nuestro país ahorrarse los esfuerzos necesarios para superar la crisis […] Francia no saldrá adelante trabajando menos, sino trabajando más».

Para más detalles, recomiendo leer la transcripción del discurso. Si lo reseño aquí es porque es una muestra más de que, como vengo repitiendo estos días, framing precedes policy. Se puede estar o no de acuerdo con los planteamientos del Presidente francés, pero creo que no se le puede negar el valor de afrontar el tema de cara, exponiendo sus ‘marcos mentales‘ con los valores por delante.

Un comentario final: ¿Aparecen las TIC en su discurso? Sólo en una escueta frase: «No podemos esperar más para conseguir la revolución digital». Pero sobre cómo ésta revolución se enlaza con su programa de reformas, nada en absoluto. ¿Por qué será?

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Framing precedes policy

El debate sobre el plan de rescate del sistema financiero norteamericano ilustra con claridad las diferencias entre enfoques derivados de ‘marcos mentales’ muy distintos (‘framing precedes policy’):

  • Los de los que tienen como prioridad la salud de las instituciones financieras, la ‘gasolina‘ de la economía. Para ellos, el predominio de la economía (en este caso las finanzas) sobre la política es un hecho que no se discute, aunque puede mencionarse. En cambio, el predominio de la economía sobre los principios morales ni siquiera se discute.
  • El recurso, una vez más, de Bush a la retórica de la presidencia del miedo, un ‘marco mental’ analizado por Georges Lakoff en sus manuales de política.
  • La resistencia (coherente) de algunos republicanos a abdicar del principio de mínima intervención (explícita) del Gobierno en asuntos económicos.
  • La exigencia de los demócratas de que el plan incorporara la óptica del ciudadano consumidor y pagador de impuestos.

Cada uno de estos ‘marcos mentales‘ conduce a una política diferente. Así y todo, parece que casi nadie se centra en poner el acento en el exceso de cultura financiera, de gastar hoy y ya veremos como se paga mañana, que se veía venir hace tiempo, como ilustra el oportuno gráfico de The Economist.

De otra parte, un artículo en La Vanguardia de ayer viene a coincidir com mi estimación de hace unos días sobre qué parte del quebranto financiero del que se habla (1.000.000 millones de dólares) es atribuible directamente a impagos de hipotecas (150.000 a 200.000 millones); el resto es pura ingeniería financiera, o pura y simplemente especulación (Impagable viñeta de Forges).

¿Por qué hablar de ello en un espacio sobre la sociedad de la información? Porque es un episodio ilustrativo de la sociedad desinformada de la información. Y también porque, si pensamos en que las TIC podrían ser una de las palancas para renovar la economía que ahora se resquebraja, habremos de tomar en cuenta que framing precedes policy. Poco cambiará si no conseguimos influir en los marcos mentales de los que manejan los asuntos. Que, como el lector podrá observar, no hablan para nada de las TIC últimamente.

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Hablamos con palabras: pensamos en ‘frames’

Un artículo en el new York Times sobre las turbulencias de estas semanas en el sector financiero ilustra bien el mecanismo de los ‘marcos mentales‘.

«WALL STREET. Two simple words that — like Hollywood and Washington — conjure a world. A world of big egos. A world where people love to roll the dice with borrowed money. A world of tightwire trading, propelled by computers. In search of ever-higher returns — and larger yachts, faster cars and pricier art collections for their top executives».

Dos simples palabras que evocan un mundo entero. Según Georges Lakoff, el especialista en lingüística cognitiva transformado en asesor político de los demócratas (y del presidente Zapatero):

«Todas las palabras se definen en relación a marcos conceptuales. Cuando oímos una palabra, su marco (o conjunto de marcos), se activan en el cerebro […]

Los ‘marcos‘ (frames) son estructuras mentales que conforman el modo en que vemos el mundo. Como resultado, conforman los objetivos que perseguimos, los planes que hacemos, el modo en que actuamos, y lo que cuenta como un buen o mal resultado de nuestras acciones. En política, nuestros marcos mentales conforman las políticas sociales y las instituciones que formamos para llevarlas a cabo. Cambiar nuestros marcos mentales es cambiar todo éso. Re-enmarcar equivale a un cambio social«.

Pienso entonces en lo que evocan en el público en general palabras que algunos usamos casi a diario: sociedad de la información, banda ancha, economía del conocimiento. Si las imágenes que sugieren son poco contundentes, tenemos un problema. O, como dicen los optimistas, una oportunidad.

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P.S. El gráfico del NTY sobre el destino de las grandes firmas de Wall Street es todo un ejemplo del fenómeno de la ‘destrucción creativa‘ de que hablan los economistas. O tal vez un paradigma de la capacidad de ‘destrucción destructiva‘ de una innovación sin principios morales, que asume (sin decirlo) que la economía y las finanzas están por encima de la politica y de la moral.

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Grados de (des)confianza

Llámenme suceptible, pero el sub-titular de El País que reproduzco me irritó y preocupó más que bastante. Sobre todo porque parece como si quisiera hacerse responsables a los usuarios de ser atacados e infectados. En vez de señalar que compramos ordenadores, aplicaciones o redes que los ciber-filibusteros saben atacar mejor que los suministradores defender. Un ejemplo más de la modernidad líquida, que hace responsables a los individuos de encontrar soluciones biográficas a las contradicciones del sistema.

Leyéndolo desde la óptica de un usuario de a pie, no especialmente experto en tecnologías ni interesado en serlo, el titular me suscita una serie de preguntas que no soy capaz de responder, ni tan sólo de encontrar una respuesta confiable:

  1. Si no basta con un antivirus, ¿con qué basta? ¿dónde y cómo lo consigo?
  2. No seré tan ingenuo de pinchar un enlace no fiable. Pero, ¿cómo puedo saber cuando un enlace es fiable?
  3. ¿Cómo podría averiguar si mi ordenador es o no un zombie controlado por una de esas ‘botnets‘?

Y finalmente,

  • ¿En quién podría confiar para resolver las cuestiones anteriores?

Teniendo en cuenta que, según una encuesta de la Asociación de Internautas, el 44% de los encuestados consideran que Internet es fuente de información y rumores en mayor grado que los medios convencionales. ¿Podré fiarme de las respuestas que me lleguen por Internet?

Con todo éso en mente he intentado hacer un mapa sobre la CONFIANZA en Internet, pero me ha salido con un agujero rojo, en rojo de alarma. Tendré que pedir a mi amigo Pablo Rodríguez que me eche una mano. Cualquier otra ayuda será también bienvenida.

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P.S. Dicen que al usar un Mac tengo menos probabilidades de pillar una infección. Pero ya no sé si fiarme.

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La atracción del Mal

Entrevistan en Público a Pablo Rodríguez, director científico de Internet de Telefónica I+D y uno de los especialistas mundiales en los protocolos P2P.

Una tecnología polémica, porque subyace a prácticas de ‘bajarse’ contenidos de Internet que algunos califican como violación de los derechos de propiedad intelectual, pero que otros defienden como un derecho inalienable del internauta. Preguntado sobre esta cuestión, el investigador responde (negrillas añadidas):

«Hay que trazar una gran diferencia entre la tecnología en sí y el uso que se hace de ella. Nosotros, como ingenieros, siempre intentamos mejorar la tecnología el máximo posible, pero el uso que se le da es totalmente impredecible. […] El P2P sin duda contribuirá a desarrollar la Internet del futuro. Esta tecnología se integrará cada vez más en nuestra vida sin saber que la estamos utilizando».

Intuyo que Pablo tiene razón al predecir que el P2P será una parte integral del Internet del futuro (para contenidos propietarios y no propietarios). Pero no estoy tan de acuerdo en considerar que los usos de las tecnologías (esas y otras) sean impredecibles.

Recuerdo, por ejemplo, que hace muchos años, antes de Internet, un articulista del Financial Times propuso una ‘ley dura’ de las TIC de consumo: un indicador de éxito es su adopción por la industria del la pornografía. Repasemos: imprenta, fotografía, video, cd-rom, dvd, Internet.

Sabemos además que el crimen organizado sabe muy bien cómo utilizar las TIC como apoyo a sus actividades, que se estima que mueven entre el 2,5% y el 5% del PIB mundial. O sea, varias veces el importe del fondo de rescate de Bancos que prepara la Administración de los EEUU.

Resumiendo. Podemos estar seguros de que las fuerzas del Mal intentarán (y conseguirán) utilizar los avances tecnológicos para sus fines. Y que, como el Mal fascina, tendrán tanta o más repercusión que el modo en que las usen las fuerzas del Bien. Real como la vida misma. Al fin y al cabo, también el Infierno de Dante es la porción más famosa de la Divina Comedia.

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Más sobre la sociología del móvil

Un muy interesante (y poco conocido) libro de introducción a la práctica de la sociología sostenía que:

“Sociology is distinguished through viewing human actions as elements of wider figurations: that is, of a non-random assembly of actors locked together in a web of mutual dependency».

Un artículo de Manuel Vicent en El País de hoy aporta una bienvenida dosis de visión sociológica sobre la telefonía móvil. Empieza así:

«El teléfono móvil es un instrumento decisivo para los que han venido a este mundo a mandar, pero es un invento muy cruel si uno ha venido a este mundo a obedecer».

No es toda la verdad: la realidad es más amplia. Pero es también una parte de la verdad. En mi próximo curso sobre Tecnología y Sociedad, asignaré este artículo como comentario de texto a mis alumnos. Como ejercicio de aplicar ‘wider than usual figurations‘ a sus acercamiento a la tecnología. Un ejercicio que, puestos a ello, no dejaría de recomendar a nadie.

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¿No nos informan, o es que directamente nos engañan?

Me temo que la combinación de la crisis financiera y de la forma en que nos la explican están construyendo un ejemplo de libro de la ‘sociedad sociedad desinformada de la información‘, a la que me refería en una entrada anterior.

Veamos. He colgado en mi tablero el gráfico que se publicaba en la edición impresa de El País de 17/9/  para explicar el origen de la crisis. Tanto el gráfico como el texto que lo acompañan se centran en las hipotecas ‘subprime‘ como detonante de la crisis.

Pero los datos no me cuadran. El Fondo Monetario Internacional está ahora estimando en 1.000.000.000.000 dólares las pérdidas que han aflorado y aflorarán en las entidades financieras. Pero este volumen es mucho mayor que las pérdidas que se derivarían directamente de las hipotecas impagadas.

Según un informe de 2007 del FMI, el volumen de hipotecas subprime vivas era de 2.300 miles de millones de dólares. Con tasas de impago del orden del 25%, el volumen de hipotecas en riesgo rondaría los 600 miles de millones. Incluso si todas la hipotecas fueran por el valor total de la propiedad y el precio de las viviedas descendiera en un 25%, las pérdidas directas serían del orden de los 150 miles de millones de dólares. Una cantidad nada despreciable, pero 6 veces inferior al volumen estimado de las pérdidas totales del sistema financiero.

La estimación anterior será seguramente incorrecta en el detalle, pero no creo que en el orden de magnitud. La consecuencia me parece implacable: las pérdidas derivadas de la especulación financiera y entre financieros son  varias veces superiores a las derivadas de los impagos en las hipotecas. Si en efecto estuviera ahí el crimen, tendríamos que ir reclamando que ahí llegara también una cuota proporcional del castigo.

Además de reclamar más transparencia y que nos informen mejor.

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Quizá convenga desacelerar

Pocos días después de escribir aquí sobre la ‘falsa urgencia‘, el filósofo Daniel Inerarity publica en El País un artículo abogando por una ‘desaceleración‘ de la vida diaria. Por:

«reintroducir el espesor del tiempo de la maduración, de la reflexión y de la mediación allí donde el choque de lo inmediato y de la urgencia obliga a reaccionar demasiadas veces sobre el modo del impulso«.

Considera que:

«La utopía del progreso se ha transformado en movimiento desordenado, «neofilia» frenética, agitación anómica y disipación de la energía. Sólo queda una aceleración vacía, un ciego «cada vez más» de tecnología o globalización económico-financiera, un espacio social inestable y un campo psicológico neurótico«.

Supongo que era inevitable que incluyera una referencia a las ‘nuevas tecnologías de la instantaneidad’ al considerar que propician ‘una cultura del presente absoluto’ en un contexto de ‘falsa movilidad‘.

Resulta curioso, si no significativo, que el mismo día El País publique un artículo a doble página sobre los ‘efectos colaterales‘ del correo electrónico. Incluyendo los resultados de una encuesta según la cual el 64% de los consultados comprueban el correo electrónico más de una vez cada hora, y un tercio lo hace como mínimo cada quince minutos.

¿Relevante? Pienso que sí, porque según un estudio reciente,  comprobar el email no es ya para algunos un acto consciente y deliberado, sino una compulsión de la que son apenas conscientes. Se sugiere incluso que el email pudiera generar un síndrome similar al de los adictos a las máquinas tagaperras: Se consulta por si acaso, porque aunque por lo general no hay nada interesante, de vez en cuando sí, y éso se recibe casi como un premio.

Concluyo que quizá valga la pena ponerse a trabajar en un e-Humanismo y una e-Sociología. Y también en la definición de e-habilidades, que incluirían la de gestionar productivamente el correo y otros artefactos. Un trabajo, por cierto, que no creo que hagan por nosotros ni los tecnólogos ni los ilustrados-TIC.

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Internet desde el otro lado

La prensa se ha hecho eco estos días del reciente suicidio de David Foster Wallace, un escritor de culto de la nueva literatura norteamericana.

Me ha chocado especialmente que uno de los obituarios, aparte de glosar su vida y su obra, recogiera la opinión del difunto escritor acerca de Internet:

«No nos engañemos: la Red no es más que una avalancha de información, un laissez faire salvaje, sin estándares éticos. Se acosa al consumidor con un aluvión de ofertas seductoras, sin ayudarle a discernir a la hora de elegir. La explosión punto.com es la destilación de la ética capitalista en estado químicamente puro».

No estando seguro de lo que el autor entendía por ‘ética capitalista’ (¿existe?), me interesó buscar en Internet esa cita y su contexto. Sin éxito. Pero sí encontré un discurso del novelista en una ceremonia de graduación universitaria, de la que extraigo (traducido a la ligera) un párrafo que me parece remarcable:

«Veinte años después de mi graduación, he llegado gradualmente a entender que el cliché de que la educación en letras tiene como objetivo enseñarte a pensar es una abreviatura de una idea mucho más profunda y más seria: aprender a pensar significa de hecho aprender a ejercer algún control sobre cómo y qué piensas. Significa ser lo suficientemente consciente para escoger a qué prestas atención y a escoger cómo construir el sentido a partir de la experiencia. Porque si no puedes ejercer este tipo de control en la vida adulta, estarás totalmente perdido».

No mencionó Internet en ese discurso. De todos modos, me quedo con la duda:

La existencia de Internet, con el alud de información que pone a nuestro alcance, ¿nos ayuda a pensar?

Para quien se sienta inclinado a contestar ‘Depende‘, una segunda pregunta:

Depende, ¿de qué depende?

David Foster Wallace, descanse en paz.

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¿Qué opinará el Papa sobre las tecnologías?

He colgado en mi pizarra un par de recortes del artículo de La Vanguardia del 14/09/2008 sobre la visita del Papa a Francia.

Una asociación refleja de ideas me trajo a la cabeza primero la observación de Manuel Castells sobre el paradigma informacional: que sustituye al industrial porque es más eficiente justo en la acumulación de dinero y poder. Dos de los elementos que según el Pontífice nos desviarían del verdadero camino.

En segunda lectura, la referencia a los peligros del ‘querer saber’ me intrigó todavía más. ¿Puede ser, por ejemplo, que el Pontífice considere que Google, que nos ayuda a buscar y encontrar información, pone en peligro nuestra alma? Al fin y al cabo, Nicholas Carr se preguntaba hace poco si el recurrir constantemente a Google no corre el riesgo de volvernos idiotas.

Valorando la posibilidad de que La Vanguardia estuviera sacando la información fuera de contexto, decidí tomar al demonio por los cuernos, y teclear «Vaticano» en Google. Resulta (oh!, sí) que el Vaticano tiene una página Web, y en ella está el texto concreto de la homilia en cuestión, incluyendo el fragmento que sigue:

«¿Acaso nuestro mundo contemporáneo no crea sus propios ídolos? […] El ídolo es un señuelo, pues desvía a quien le sirve de la realidad para encadenarlo al reino de la apariencia. Ahora bien, ¿no es ésta una tentación propia de nuestra época, la única sobre la que podemos actuar de forma eficaz? […] El dinero, el afán de tener, de poder e incluso de saber, ¿acaso no desvían al hombre de su verdadero fin, de su auténtica verdad?»

Me quedo más confuso que al principio. ¿Qué será lo que de verdad piensa el Papa de las tecnologías?

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