El Periódico de Cataluña publicaba hace unos días un artículo sobre la escasez de ingenieros. Uno más en un goteo de publicaciones similares que está teniendo lugar últimamente:
«El desplome de las matriculaciones de alumnos en un 23% desde el 2003 en España ha convertido a los ingenieros en profesionales codiciados por las compañías […] Los sueldos iniciales de unos 1.500 euros al mes, junto con la fama de ser una carrera dura, han reducido el interés por estos estudios, en los que en el curso anterior ingresaron 12.700 jóvenes. Las ramas que han sufrido mayores caídas son las de telecomunicaciones (-37,7%) e informática (-34,5%). Entre el 2000 y el 2007, el número de alumnos que demandaron ingenierías como primera opción de estudios ha caído el 32% en Catalunya. De los más de 9.000 estudiantes que eligieron una de estas disciplinas como primera opción en el 2000, se pasó a 6.300 en el 2007«.
El hecho de que los salarios de los ingenieros en España estén por debajo de la media comunitaria es seguramente un dato relevante, pero no lo bastante explicativo (¿por qué lo están?). Porque la falta de vocaciones de ingeniería no es exclusiva de Cataluña, ni de España, sino que parece estarse extendiendo a una buena parte de los países desarrollados. Hace también pocos días, el New York Times se hacía eco de una situación parecida … en Japón:
«Fue la excelencia en ingeniería lo que levantó a este país desde la derrota en la guerra has convertirse en una superpotencia. Pero, según los educadores, ejecutivos y los mismos jóvenes japoneses, los jóvenes se comportan cada vez más como los norteamericanos: escogiendo trabajos mejor pagados, como las finanzas o la medicina; o carreras más creativas, como las artes«.
Los ingenieros (con el apoyo de los financieros) construyeron literalmente la sociedad industrial. Arropados por un estado de opinión que consideraba como deseable, incluso admirable, maximizar la producción de bienes materiales y la creación de riqueza a base de explotar al máximo las posibilidades de la ciencia y de la tecnología (y también los recursos naturales).
Este estado de opinión parece estarse deshaciendo en la sociedad líquida, cuando los que fueron pilares de la sociedad industrial están siendo cuestionados uno tras otro: energía cara y escasa, preocupación por el medio ambiente, precios de los alimentos al alza, debilidades manifiestas del sistema financiero, preocupación por la viabilidad de extrapolar a los países emergentes el estilo de vida de los nuestros, …
Me atrevería a aventurar que, en sentido amplio, lo que está en el fondo sucediendo es un cambio de naturaleza espiritual (psicológica, si se prefiere). Aunque parezca una perogrullada, los jóvenes no se interesan por la ingeniería porque la sociedad no consigue interesarles en la ingeniería, porque los valores dominantes son otros. Según el NYT:
«El mayor problema de Japón puede ser la actitud de riqueza. Algunos jóvenes japoneses, productos de una sociedad rica, no ven el motvo para trabajar sobre planes y números cuando pueden de otros modos ganar dinero, tener más contacto con otras gentes o divertirse más».
Lo que apunta a déficits de motivación, déficits de proyecto. ¿Qué ‘causas‘ de la sociedad de la información o de la sociedad líquida tendrían el mismo atractivo que el que guiaba hacia la ingeniería a los jóvenes de hace unas décadas? ¿Cuáles serán las profesiones y los profesionales de la sociedad del conocimiento? ¿Qué nuevos marcos mentales tendrían que desarrollarse y ponerse en juego?
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