Archivo mensual: abril 2008

Nos hace falta Garp

Sucedió en la India, según una noticia publicada en La Vanguardia hace pocos días. No es la primera vez que sucede: hay videos en YouTube sobre noticias similares.

La noticia me recordó un episodio de «El mundo según Garp«, una de mis novelas preferidas de John Irving. Garp, un escritor imaginativo y excéntrico, preocupado por la naturaleza y la existencia del mal en el mundo, tiene un episodio epistolar con una lectora, como parte del cual le escribe una historia fantástica sobre un elefante enfurecido que genera una catástrofe. Empieza así:

«Querida Sra. Poole:

El mundo es un lecho de dolor, la gente sufre terriblemente, pocos de nosotros creemos en Dios o educamos muy bien a nuestros hijos. Tiene usted razón sobre éso. Es también cierto que la gente que tiene problemas no piensa en general que sus problemas sean ‘divertidos'».

El cuento completo está (en inglés) incrustado aquí. Lo recomiendo. El talento para imaginar y contar historias de Irving hizo que Garp imaginara una que ha acabado por hacerse realidad. Desafortunadamente, en este caso.

¿A qué viene este asunto? Pues a una asociación de ideas, que a lo mejor parece disparatada, pero en fin. En El Pais de hoy, publica un artículo, con el titular que aquí se reproduce, sobre las medidas que harían falta como respuesta a la desaceleración/crisis económica.

Después de calificar (creo que acertadamente) como coyunturales las medidas hasta ahora conocidas, el articulista se pregunta:

«Lo peor es que aún no hay un relato público que conecte las conocidas medidas coyunturales con las desconocidas medidas estructurales y la visión de conjunto. La ciudadanía aún no identifica con claridad cómo debería ser nuestra economía cuando lo peor haya pasado, ni la relación entre las reformas venideras y ese futuro mejor. Si llevamos más de 10 años viviendo del empuje del sector de la construcción y el maná se ha agotado, la pregunta legítima que se hace mucha gente hoy en España es: y después de la desaceleración, ¿qué? ¿A qué se va a dedicar nuestro país?»

En el resto del artículo se apuntan temas de futuro, de forma para mí no tan convincente, que incluyen (eso sí) las tecnologías de la información.

Me quedo pensando que nos hacen falta Garps que construyan esos relatos públicos, esta vez para que se hagan realidad en beneficio de todos. Relatos que los lectores encuentren todavía memorables 30 años después de haberlos encontrado por primera vez.

Intentémoslo, por lo menos. Porque, de éso sí estoy convencido, no esperaría que los «ilustrados-TIC» fueran los quienes los imaginaran y relataran.

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Ciudadanos vs. consumidores

Entrevista en La Vanguardia al novelista Richard Ford («Acción de Gracias«). Una de sus conclusiones:

«Los norteamericanos no están ya interesados en la política, sino deseosos de abdicar de sus deberes como ciudadanos y entregárselos a los expertos, que supuestamente actúan en nuestro nombre pero en
realidad lo hacen, en primer lugar, para conservar su puesto, y después para servir los intereses
de las grandes fortunas. Los norteamericanos ya no son ciudadanos. Como entidades políticas, son seres durmientes, desde un punto de vista moral, y no quieren ser despertados, quieren solamente
que se les permita seguir llevando la vida que llevan –trabajando, comprando, …».

La leo con la sensación de que podríamos sustituir ‘norteamericanos‘ por … ¿catalanes? ¿españoles?¿europeos? sin que la cita perdiera casi validez. Creo que también Zigmunt Bauman coincidiría: («Vida líquida«, pág. 167):

«El consumidor es el enemigo del ciudadano …En toda la zona desarrollada y opulenta del planeta abundan las señales de que la gente le está dando la espalda a la política».

Nos es la única opinión de Ford que parece extensible, ya mismo o muy pronto, más allá de las fronteras de los EEUU:

«a medida que los estadounidenses ven subir y bajar el valor de su propiedad inmobiliaria (sus casas), se sienten mejor o peor sobre una variedad de cosas importantes: su valor como seres humanos, su futuro, su sensación de bienestar, la idea de lo que dejarán a los que vienen detrás».

Una reacción comprensible, aunque quizá fútil, a las incertidumbres de una sociedad líquida. Ahora, paradójicamente, con problemas de liquidez financiera. Derivados en parte de la falta de referencias solidas sobre cuáles deberían ser los límites de las finanzas y sobre cómo imponerlos. También Bauman escribe indirectamente sobre ello (pág. 196):

«Para las víctimas, esta globalización unilateralmente empresarial supone una pérdida de control sobre el presente y de su capacidad para prever lo que les depara el futuro y, por lo tanto, para diseñar los medios necesarios para controlar su porvenir».

La casa, entonces, como refugio. Más cerca nuestro, Bru de Sala escribe, también en la Vanguardia, sobre este recurso a mecanismos de autodefensa ante problemas de solución difícil, o como mínimo trabajosa:

«Tenemos problemas, los catalanes, claro, un montón de problemas. Por eso estamos desarrollando, colectivamente, un mecanismo de defensa que consiste, no en alejarnos o pasar de ellos, sino en difuminarlos. Algo así como concentrarlos en un punto del panorama para, a continuación, mirar hacia él sólo de vez en cuando, casi de reojo. Así se puede vivir con un estado de ánimo positivo, incluso optimista, simulando que las contrariedades resbalan o desfilan por un lugar determinado y aislado».

En la misma tónica, creo, de Antoni Puigverd (mismo diario, mismo día):

«Mientras el PSOE (y no digamos ya este catalanismo doliente, soñoliento y lunático) flota como un corcho sobre la liquidez de la sociedad posmoderna, el combate entre los diversos actores políticos y periodísticos de la derecha tiene un regusto a siglo XIX, a duelo romántico, a choque animal».

Demasiados síntomas coincidentes, pienso yo. En el fondo, la cuestión que se plantea es:

«¿Qué hace en estas circunstancias un (aspirante a) ciudadano del conocimiento«?

No parece que haya una solución trivial. De vuelta a Bauman (pág. 200):

«Puede convertirse el espacio público es un lugar de participación duradera mas que de encuentros casuales y breves? ¿En un lugar de diálogo, debate, confrontación y acuerdo Sí y no. Si […] lo que se entiende por espacio público es la esfera pública que rodea a las instituciones representativas del Estado-nación y a la que ésta presta servicio, habrá que responder que probablemente no».

Leer, pensar, incluso escribir un blog, no hará daño, pero de ahí a crear una nueva esfera pública hay más que un gran paso.

En todo caso, por volver al tema de entradas pasadas, me parece difícilmente concebible que «herramientas sociales» como Twitter o similares contribuyan de modo sustancial a este diálogo, debate, confrontación o acuerdo. El nuevo espacio público, si somos capaces de contruirlo, tendrá probablemente un componente virtual. Pero con otros cimientos.

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Twitter =? muchos mini-GH

No estoy ‘à la page‘; no me importa confesarlo. Después de varias semanas de pensar sobre ello (y escribir por primera vez sobre ello) sigo sin ver el interés de apuntarme a Twitter (al tiempo que, debe de haber alguna relación, está dejando de interesarme pasear por Facebook, otra autoproclamada ‘herramienta social‘).

No consigo, lo confieso, encontrar motivos para ir explicando continuamente «¿Qué estoy haciendo?«; ni siquiera a mis amigos; y menos a los que no lo son o ni siquiera conozco.

Sin embargo, un número creciente de tecnófilos parecen opinar lo contrario; y actualizan continuamente (a través de Twitter o similares) sus blogs o páginas web: «Saliendo de clase»; «Tomando una cañita con los amigos antes de ir a casa»; «En casita», etc.

Nada que opinar al respecto: para gustos se hicieron los colores. Me siendo aludido, sin embargo, cuando un «ilustrado-TIC» y adicto confeso al Twitter escribe, entiendo que algo despectivamente, sobre «la cara de haba de quienes no alcanzan a entender qué tipo de razones llevan a alguien a mantener un diario de sus actividades de ese tipo«. Me hace pensar sobre esas razones.

Dándole vueltas, he llegado a la conclusión, que expongo a modo de hipótesis, de que un Twitter-adicto puede tener mucho en común con los protagonistas (y espectadores) de Gran Hermano y ‘realities‘ similares. Como muestra, sólo una muestra, sugiero leer la reacción del personaje en cuestión cuando alguien se atreva a considerarle ‘sobrevalorado‘ (las negrillas son mías):

«… a ti que me vinculas o me citas, a ti que me sigues en Twitter, Jaiku, Facebook, Dopplr y tantos sitios más, a ti que me incluyes en un ranking, a ti que me votas positiva o negativamente en el Menéame, a ti que me usas para inspirar una columna en tu periódico, a ti que pasas por aquí para llevarme la contraria todos los días como si fuera lo más importante en tu vida, a ti que pones publicidad, a ti que me llamas para entrevistarme, a ti que me llamas para que dé una clase o conferencia… a TODOS, de verdad: muchas gracias por sobrevalorarme tanto, tan bien y durante tanto tiempo«.

Una declaración que tiene, para mí, varios rasgos destacables:

  • Está escrita exclusivamente en primera persona. Yo, mi, me, conmigo. (Por ejemplo, «a tí que me citas» en vez de «a tí que citas lo que escribo»).
  • Parece tener necesidad de resaltar de cuántos modos se esfuerza en encontrar audiencia: Menéame, Twitter, Jaiku, Facebook, Dopplr y tantos sitios más. ‘Herramientas sociales‘ que la mayoría de los simples mortales, incluso de que utilicen Internet regularmente, pueden no conocer.

Tecnología y sociedad, nos dicen, se co-producen. Las personas y los grupos sociales adoptan las tecnologías en función de sus objetivos e intereses, y en el proceso las adaptan y las moldean. Herramientas como Twitter, como también la combinación de la TV y el GH, no cambian a la sociedad ni a las personas. Sólo canalizan, entre otras cosas, pasiones, pulsiones y obsesiones. De todo tipo.

Las palabras de Zygmunt Bauman, escritas antes de la emergencia de la Web 2.0, me parecen igualmente aplicables:

«El culto que rodea a una celebridad no tiene aspiraciones monopolistas. Por competitivas que sean, las celebridades no compiten realmente entre sí. La pertenencia al culto a una celebridad no excluye (y mucho menos impide) unirse a la comitiva de la otra. Todas las combinaciones están permitidas, porque cada una de ellas multiplica el encanto del culto a las celebridades en general […] Como consecuencia, por muy numerosa que pueda resultar la partida de seguidores, cada uno de ellos puede retener una gratificante sensación de individualidad (incluso de singularidad) asociada a su elección».

Continuará, me temo.

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Celebrities (también las 2.0)

Aún sobre el asunto de las ‘notoriedades sobrevaloradas‘, me apoyo, sin licencia, en la técnica de un descubrimiento de expresión visual en la blogosfera.

Sin más comentarios que los que los lectores quieran añadir.

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Notoriedades sobrevaloradas

Comentaba en una entrada anterior sobre las celebridades efímeras (y banales) de Gran Hermano y otros realities parecidos. Supongo que muchos coincidiríamos en considerar que, en líneas generales, los protagonistas de estos espectáculos están sobrevalorados. Que tienen más fama o notoriedad de la que razonablemente les correspondería. Que tienen, incluso, más fama que la se merecen, sobre todo si comparamos sus méritos con los de otros personajes que conozcamos, a los que valoramos mejor aunque tengan menos fama.

¿Cuáles son las claves de los ‘realities‘? ¿De la abundancia de concursantes potenciales? ¿De que generen audiencia? En mi opinión, más o menos las apuntadas en la pizarra.

Todo esto viene a cuento de la iniciativa de un ‘blog’ de confeccionar una lista de ‘los blogs más sobrevalorados‘, y su conclusión de que éstos son también los de mayor audiencia. Un poco, salvando las distancias, como los protagonistas de GH y similares.

¿O es que hay tantas distancias? Las tecnologías no generan cambio social. Los que generan el cambio social son los que incorporan las tecnologías a sus prácticas de vida o a sus prácticas profesionales, lo que cada cual hace en función de sus objetivos e intereses.

En el caso de GH, los concursantes escogen canalizar a través de la televisión sus ansias de notoriedad, tengan o no algo que contar o que enseñar. Otros personajes con cualidades y motivaciones similares, que no escasean, canalizarán sus ansias de notoriedad a través de los blogs. Inevitablemente. Y atraerán seguramente a públicos con motivaciones de fondo no tan distintas a las de los ‘realities’; impulsados por la compulsión de ‘a ver qué nos cuentan hoy‘.

Es sólo una hipótesis de trabajo, quizá errónea y que a buen seguro admitiría matices. Pero cada cual puede juzgar si la reacción de uno de los autores supuestamente sobrevalorados (ver aquí otra muestra adicional), así como los comentarios de su audiencia, dan o no pie a formularla.

Con un añadido característico de la sociedad líquida y la Web 2.0: para tener un blog de éxito, sobrevalorado o no, o una página es MySpace o similares, no hace falta pasar por el filtro de un ‘casting’. Lo cual abona el presagio de que se genere en la red una gran constelación de pequeños GH.

Por eso hay quien pide una web 3.0 que reduzca el nivel actual de ‘ruido’ en la red, Incluyendo el que producen alguna de las ‘elites’ de «ilustrados-TIC«.

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Anclados aún en la anterior Gran Transformación

Escribiendo sobre la Revolución Industrial, Karl Polanyi argumentó que la clave de su alcance no fueron tanto los avances tecnológicos, necesarios pero instrumentales, como una revolución ideológica que tuvo como resultado que el trabajo, la tierra y el capital en bienes se convirtieran en bienes susceptibles de intercambio en el mercado. Algo que no sucedía, o sólo de forma limitada, en modelos sociales anteriores, y que Polanyi bautizó como La Gran Transformación.

En el análisis de otros autores, una de las consecuencias de esta transformación es que la economía ha pasado a tener preeminencia sobre la política, y eventualmente sobre la moral.

Mucho se ha escrito sobre estas cuestiones, y no se trata aquí de reproducirlo. Sólo lo menciono para apuntar que los titulares de la prensa de hoy que aquí se reproducen, apunta a que vivimos todavía en un ‘marco mental’ que, lejos de cuestionar esta subversión de valores, la considera como ‘natural‘.

Las manifestaciones del Presidente de los promotores de Barcelona son, en mi opinión, especialmente irritantes. Sobre todo cuando en sus declaraciones no incluye ni una leve mención a las cuentas que afloran de empresas inmobiliarias que imagino asociadas a su patronal.

  • Una de ellas, con una facturación estimada de alrededor de 1.000 millones de euros, declara una deuda de 1.600 millones de euros, y pérdidas superiores a los 400 millones en el último ejercicio.
  • Otra inmobiliaria, con una capitalización de 73 millones de euros, declara pérdidas de 134 millones de euros y una deuda de cerca de 500 millones.

¿Ahogados por la Banca? Anda ya!!!

Más irritante aún es que reclame a las administraciones públicas «un acuerdo para quitarnos de encima el stock» de viviendas sin vender, pero «sin quedarnos cortos en los precios». Dios nos libre de que este tipo de peticiones se extienda a otros sectores. Adiós a las rebajas!!!

Mi moraleja. Cuando leamos, escuchemos, hablemos o escribamos sobre «la revolución de la sociedad de la información«, mejor que lo hagamos con cautela. Porque me temo que estamos todavía en el ‘marco mental’ de la anterior Gran Transformación. Con otra base tecnológica, pero con los mismos valores.

Por lo que, si no extremamos la precaución, lo que puede suceder, está sucediendo, es que el potencial de las Tecnologías de la Información se utilice, se esté ya utilizando, más eficazmente para consolidar la anterior Gran Transformación que como palanca para una nueva.

Alerta pues.

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Si no te conocen, ¿no existes?

El País publicaba ayer un artículo sobre las «celebridades» efímeras, como los protagonistas de ‘Gran Hermano’ y otros ‘realities’, bajo el titular de la figura.

Una frase convencional. Que nunca ha dejado de incomodarme. Porque, tomada en sentido estrictamente literal, es también estrictamente falsa.

En 1905, cuando era sólo un (desconocido) funcionario de una oficina suiza de patentes, Albert Einstein publicó tres trabajos (sobre el efecto fotoeléctrico, sobre el movimiento browniano y sobre la teoría de la relatividad restringida) que revolucionaron la física del siglo XX. Obtuvo su primera plaza de catedrático en 1911, y le concedieron el premio Nobel en 1921. Pero aún tardaría unos cuantos años más en hacerse verdaderamente famoso. En cualquier caso, en 1905 Albert Einstein era un perfecto desconocido; y, sin embargo, era mucho. De lo contrario, no hubiera podido producir lo que ese año produjo.

Así pues, escrito con mayor precisión, el titular de El País habría de ser algo como:

Sin fama, no eres nada entre aquellos que sólo valoran a los famosos.

Lo cual sucede, en gran medida, en el mundo de la televisión, que genera imágenes, famosos e imágenes de famosos a la misma velocidad que los devora. Incluyendo, ¿por qué habrían de ser distintos?, a los protagonistas y ex-protagonistas de GH.

Hace ya años que la televisión es una herramienta de «licuefacción» de la sociedad (en el sentido de la «vida líquida» que describe Zygmunt Bauman). Nos hemos acostumbrado, como si fuera inevitable, a que ocupen espacio de pantalla personajes cuyo atributo más destacado es ser famosos; personajes que son famosos sobre todo porque aparecen en televisión. Sobre ellos y sus públicos Bauman escribe que:

«Escasean las celebridades con suficiente capital de autoridad para que merezca la pena escucharles antes de saber lo que van a decir […] pero ello no impide que los programas tengan una audiencia compulsiva de millones de hombres y mujeres hambrientos de referentes. […] Las no celebridades, las personas ‘ordinarias’ que aparecen fugazmwnte en la pantalla indefensas o desdichadas como sus espectadores, que reaccionan ante las mismas adversidades y que buscan desesperadamente un salida honorable a sus problemas y una ruta prometedora hacia una vida más feliz».

Una valoración posiblemente cruel, pero que impulsa a quien se adhiere a ella, yo lo hago, a mantenerse lejos, en cuerpo y espíritu, de esos famosos que sólo son y quieren ser famosos. Y a cambiar de canal si en la pantalla aparece un ‘reality’.

Pero todo apunta a que esa actitud de resistencia pasiva no será suficiente. Porque parece que empieza a ser políticamente correcto asumir que Internet se convierta en una herramienta de «licuefacción» de la misma cualidad que la televisión. Por lo menos, eso parece deducirse de la publicidad de una empresa de colocación por Internet en los autobuses de Barcelona, con el eslógan de la imagen

(No es la imagen real del anuncio. Pero desde que salgo a la calle con la cámara en el bolsillo, no he vuelto a cruzarme con un autobús que proclame el eslógan. Si alguien tiene a bien enviarme una foto, se lo agradeceré públicamente y la insertaré en una nueva versión de este ‘post’).

Bauman acuñó el concepto de ‘vida líquida’ antes de la Web 2.0 y de YouTube. ¿Tendríamos que concluir que se quedó corto? Ante el presagio de la contaminación de Internet por los valores del ‘famoseo’, ¿cómo tendríamos que reaccionar los que nos interesamos en la causa de las TIC y de la sociedad de la información?

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La experiencia de las TIC en las escuelas

El documento resultado de la investigación sobre las TIC en las escuelas dentro del Proyecto Internet Cataluña, comentado parcialmente en un ‘post’ anterior, contiene un capítulo especialmente interesante sobre «25 años de políticas de integración de las TIC en los centros docentes de Cataluña».

De especial relevancia por haber sido escrito por Ferran Ruiz, que desde un principio fue una de las almas de la pionera XTEC (la red telemática de las escuelas catalanas), llegando finalmente a ser el máximo responsable de tecnologías en el Departament d’Educació de la Generalitat.

Recomendando la lectura, aunque sea en diagonal, del informe completo, me limitaré a transcribir (traducidos al castellano) algunos párrafos del epígrafe de conclusiones:

  • Con el paso del tiempo también se fueron manifestando más claramente las disfunciones y los problemas realmente importantes, situados fuera del ámbito técnico y de la influencia de éste […] Las barreras fundamentales para emplear de una forma eficaz las tecnologías en el aprendizaje no son técnicas o económicas, sino sicológicas, organizativas, políticas y culturales.
  • Dicho de otro modo, el aprovechamiento profundo del potencial de las TIC requiere aproximaciones globales de tipo organizativo y profesional. Pero la realidad es que las administraciones educativas, en Cataluña y en muchos otros países, han sido reticentes a hacer suyo este planteamiento.
  • Las unidades administrativas creadas con la misión de promover el uso de las TIC y la innovación educativa han tenido pocas oportunidades de ejercer una influencia apreciable en las políticas educativas. La contrapartida ha sido que […] estas unidades han tenido un nivel apreciable de libertad de maniobra, de autoridad e incluso de prestigio.

Hay más en la misma tónica, pero me parece suficiente para un resumen. No haré comentarios ni valoraciones, aunque no evitaré la tentación de dejar en el aire una cuestión, que de hecho es transversal a muchos ámbitos de impulso a la sociedad de la información.

Cuando alguien, en este caso los responsables de la tecnología en las escuelas, tiene un mensaje o un proyecto, y durante años no se lo compran, ¿cuál es la conclusión que conviene extraer?

La tentación de descalificar a la otra parte, en este caso a los responsables políticos o de gestión de los centros, es siempre demasiado grande. E inútil, porque seguro que éstos pueden argumentar motivos que sus necesidades o prioridades más acuciantes eran otras, o que los planteamientos de los expertos en TIC serían sólo válidos en los laboratorios, pero no extrapolables al conjunto del sistema; o cualquier otra cosa. Una polémica circular y poco productiva.

Mi conclusión es sospechar que se ha dado en este ámbito una carencia de lo que alguien dió en denominar como «técnica moral«. Esto es, saber hacer que suceda lo que es conveniente que suceda. O sea, no contentarse con tener razón, sino saber conseguir que te la den.

Es defecto de esta cualidad, es demasiado fácil recordar la historia apócrifa de un responsable junior de un producto que no se vendía bien, intentando convencer a su Director de Marketing de que, según el estudio de mercado que acababa de completar, lo que sucedía es que «el mercado se equivoca«.

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Objetivo Lisboa: ¿Es cuestión de dinero?

Asistía ayer a una reunión en la que se presentó el avance de un informe sobre el impulso de las actividades de I+D en Cataluña. Entre las medidas contempladas, con el objetivo Lisboa en mente (dedicar a la I+D el 3% del PIB), se proponía conseguir que la inversión en I+D, que viene creciendo en torno al 5% anual durante los últimos ejercicios, pasara de inmediato a crecer a una tasa del 15%.

Haciendo números, ese objetivo equivaldría a aumentar las inversiones en I+D en 300 millones de euros cada año. Una cifra nada despreciable, pero relativamente menor comparada, por ejemplo, con las que exigen las infraestructuras de transporte. Comparable, por ejemplo, a lo que cuestan cada año la radio y la televisión públicas.

De todos modos, invertir ese dinero adicional exige tener proyectos e investigadores adicionales, en un orden de magnitud como el apuntado en el gráfico. Además, invertirlo bien exigiría más a los mecanismos de transferencia de tecnología y de explotación de la I+D.

Mi opinión, viéndolo desde una cierta distancia, bien podría ser que el dinero fuera lo más fácil de conseguir.

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Talentos de cuidado!!!

Un número reciente de la revista Fortune es casi un monográfico sobre las grandes pérdidas que están aflorando en entidades financieras de Wall Street. Un primer artículo destaca tres fallos estratégicos como origen de la crisis de crédito:

  • Grandes inversiones en productos financieros de alto riesgo
  • Inversiones financiadas a crédito, con deudas equivalentes a más de treinta veces los recursos propios, y hasta cuarenta veces.
  • Un sistema de incentivos que pagaba a los gestores una buena proporción de los beneficios, pero no les penaliza en caso de pérdidas.

Unas páginas más adelante, en una entrevista a Nassim Taleb (el autor del best-seller «El Cisne Negro«), éste hace parcialmente responsables a las escuelas de negocio y al establishment económico por promover los modelos cuantitativos de inversión por encima del sentido común:

«I noticed that while portfolio models got worse and worse in tracking reality, their use kept increasing as if nothing was happening. Why? Because in the past 15 years business schools accelerated their teaching of portfolio theory as a replacement for our experiences. It looks like science, and they have been brainwashing more than 100,000 students a year. […] The problem may also be the Nobel in economics that gave a stamp to these junky theories».

Notable, creo yo. Una catástrofe que FORTUNE presenta como resultado de la actuación de financieros con talento, ambición y pocos escrúpulos, apoyada en los modelos generados por matemáticos de talento también indudable, con la cobertura conceptual de los académicos más talentosos y aclamados, formados en escuelas de negocio de élite. Todos profesionales del conocimiento. Apoyados por ordenadores de última generación y redes de banda ancha.

Y, así y todo, un resultado desastroso. Una indicación, pienso yo, de que la sociedad del conocimiento precisa algo más que talento, conocimiento y tecnología a secas.

Casualmente, en «La Contra» de La Vanguardia del pasado viernes entrevistaban a un ‘cazatalentos’ de ámbito global, aficionado a la caza y a los coches deportivos, especializado en el sector financiero y legal, que declara que «cazar talentos es como cazar fieras«. Quizá lo que está diciendo es que ese tipo de talentos que él caza son como fieras. Peligrosos. Demasiado, según se ha visto, como para dejarlos sueltos.

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