Sucedió en la India, según una noticia publicada en La Vanguardia hace pocos días. No es la primera vez que sucede: hay videos en YouTube sobre noticias similares.
La noticia me recordó un episodio de «El mundo según Garp«, una de mis novelas preferidas de John Irving. Garp, un escritor imaginativo y excéntrico, preocupado por la naturaleza y la existencia del mal en el mundo, tiene un episodio epistolar con una lectora, como parte del cual le escribe una historia fantástica sobre un elefante enfurecido que genera una catástrofe. Empieza así:
«Querida Sra. Poole:
El mundo es un lecho de dolor, la gente sufre terriblemente, pocos de nosotros creemos en Dios o educamos muy bien a nuestros hijos. Tiene usted razón sobre éso. Es también cierto que la gente que tiene problemas no piensa en general que sus problemas sean ‘divertidos'».
El cuento completo está (en inglés) incrustado aquí. Lo recomiendo. El talento para imaginar y contar historias de Irving hizo que Garp imaginara una que ha acabado por hacerse realidad. Desafortunadamente, en este caso.
¿A qué viene este asunto? Pues a una asociación de ideas, que a lo mejor parece disparatada, pero en fin. En El Pais de hoy, publica un artículo, con el titular que aquí se reproduce, sobre las medidas que harían falta como respuesta a la desaceleración/crisis económica.
Después de calificar (creo que acertadamente) como coyunturales las medidas hasta ahora conocidas, el articulista se pregunta:
«Lo peor es que aún no hay un relato público que conecte las conocidas medidas coyunturales con las desconocidas medidas estructurales y la visión de conjunto. La ciudadanía aún no identifica con claridad cómo debería ser nuestra economía cuando lo peor haya pasado, ni la relación entre las reformas venideras y ese futuro mejor. Si llevamos más de 10 años viviendo del empuje del sector de la construcción y el maná se ha agotado, la pregunta legítima que se hace mucha gente hoy en España es: y después de la desaceleración, ¿qué? ¿A qué se va a dedicar nuestro país?»
En el resto del artículo se apuntan temas de futuro, de forma para mí no tan convincente, que incluyen (eso sí) las tecnologías de la información.
Me quedo pensando que nos hacen falta Garps que construyan esos relatos públicos, esta vez para que se hagan realidad en beneficio de todos. Relatos que los lectores encuentren todavía memorables 30 años después de haberlos encontrado por primera vez.
Intentémoslo, por lo menos. Porque, de éso sí estoy convencido, no esperaría que los «ilustrados-TIC» fueran los quienes los imaginaran y relataran.
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