Archivo diario: enero 18, 2008

Cuidado al jugar con las palabras!

Un ‘post’ que iba a llamarse, por razones que espero que irán quedando claras a quien siga leyendo:

LA ECONOMIA no es aún LA «economía del conocimiento»

un-no-dialogo.jpgYa se sabe que hacer predicciones es peligroso, sobre todo si tratan sobre el futuro. Uno de los profesores que tuve en el programa de doctorado de la UOC predecía, por ejemplo, lo siguiente:

Espero que dentro de diez años nadie lleve reloj y sepa qué hora es. […] Ahora, si queremos saber la hora, la única solución consiste en llevar encima una máquina de medir el tiempo. Eso es muy típico de una sociedad industrial que fabrica máquinas, porque además tenemos diecisiete relojes más por los cajones en casa. Pero si la hora se sabe, ¿para qué necesitas la máquina?

La realidad, sin embargo, es que se fabrican y venden más relojes que nunca, de todos los precios y colores. Que no se compran, por supuesto, para saber la hora. Pero se compran.

O sea que, mal que le pese a mi ex-profesor, la economía sigue apoyándose en gran medida en la producción de bienes físicos. De artículos de primera necesidad y también de artículos, como muchos de los relojes que se venden y anuncian, que pudieran racionalmente calificarse como de «ninguna necesidad».

Y, aunque se fabrican porque alguien «conoce» cómo venderlos, no creo que sea ésa la que llamamos «economía del conocimiento».

De otra parte, un artículo reciente de The NewYork Times daba cuenta de la considerable subida de precios de muchas materias primas, fundamentalmente como resultado de aumentos de la demanda en los países en desarrollo. Un síntoma adicional de la fortaleza, aún, de la economía de lo material.

precios-commodities.jpg

Estirando un poco el hilo, incluso la famosa crisis de las ‘subprime’ tiene un origen en el tirón de la oferta y demanda por adquirir bienes inmuebles, que no dejan de ser propiedades materiales.

Aunque se añadiera un trasfondo considerable de ingeniería financiera. Creada y gestionada por profesionales a los que habría que calificar, supongo, como profesionales del conocimiento. Pero que quizá no sean precisamente el modelo de referencia de los profesionales y de la economía del conocimiento que persigamos como objetivo.

Porque, aunque contribuyen ciertamente a crear una economía, se trata de una economía virtual que no me atrevería a considerar como razonable, ni siquiera como deseable. Según un Informe Mensual de «la Caixa»

En junio de 2007, el volumen de derivados de crédito emitidos, medidos por los activos subyacentes, ascendía a 45 billones de dólares. Como referencia comparativa, el producto interior bruto de los EEUU es de 13,8 billones de dólares.

En mi opinión, un disparate. Tema, quizá, para otra entrega.

Volviendo a los equívocos que pueden generarse jugando con las palabras, y más aún haciendo predicciones basadas en esos juegos verbales, acabaré comentando un artículo de El País de hoy, con el titular de la figura

el-pais_080118.jpg

Me ha recordado que, hace no tantos años, el admirado Alfons Cornella escribía sobre «la realidad, un caso particular de la virtualidad«. Bueno. Parece ser que no; o que todavía no, por lo menos.

Acabo. Concluyendo que la economía del conocimiento, al igual que la economía, es una hidra de muchas cabezas. También lo son la sociedad y la sociedad del conocimiento. Para entenderlas, para orientarnos en ellas, para orientarlas, habrá que preocuparse más del sentido que del nombre. Como escribió Lewis Carroll en «Alicia en el País de las Maravillas»,

Take care of the sense, and the sounds will take care of themselves.

Pues eso.

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