La incorporación de Georges Lakoff y su propuesta de «marcos mentales» al aparato de campaña del PSOE me da pie a seguir coleccionando apuntes que confluyen hacia la «falta de discurso» en varios ámbitos relevantes de nuestra sociedad.
Los frames (marcos) son estructuras mentales que conforman el modo en que vemos el mundo. Conforman los objetivos que perseguimos, los planes que hacemos, el modo en que actuamos y lo que cuenta como un buen o mal resultado de nuestras acciones […]
También conocemos los frames por medio del lenguaje. Todas las palabras están definidas en relación a frames conceptuales. Cuando oímos una palabra, se activa en nuestro cerebro su frame o su colección de frames.
Cuando me crucé con este concepto por primera vez, me interesó explorar cómo usarlo para encontrar formas alternativas de promover en nuestro entorno la «sociedad de la información», un concepto «inespecífico y engañoso» (Manuel Castells dixit), con el que como mínimo la mitad de nuestra sociedad, y me temo que una mayor proporción de líderes sociales (públicos y privados) no ha llegado a conectar.
Quizá porque lo que en el fondo está sucediendo es que la «falta de relato» sobre la sociedad de la información no sólo tiene que ver con el modo en que explicamos las tecnologías, son una carencia más amplio de relato en el ámbito general de la sociedad.
Aportaré hoy dos síntomas adicionales. El primero lo apunta Vicens Villatoro escribiendo en El País del Viernes 7 de Diciembre sobre la manifestación sobre el «derecho a decidir» del 1 de Diciembre en Barcelona. Centrada, por lo menos nominalmente, sobre los problemas de las infraestructuras (físicas, añadiría yo) en Cataluña.
Era en su convocatoria y fue en su realización una manifestación de los ciudadanos que creen que tras los problemas de infraestructuras existe, como origen y matriz, un problema político, una estructura injusta del Estado, un déficit de poder político y de inversión de dinero público. […]
El mensaje (bien articulado, como es su costumbre) de Villatoro es que:
Una de las funciones de la política es dar sentido a los hechos: tejer un relato creíble sobre por qué pasa lo que pasa.
Pero la coincidencia de los políticos asistentes acerca de ese relato se limitaba a la identificación de «Madrid» como responsable. Era por tanto, en lo fundamental, un discurso en negativo. Por la carencia creo yo, de un discurso lo bastante sólido en positivo. Que pienso que tampoco tienen los partidos que escogieron no respaldar la manifestación.
Carencia de relato –> Déficit de credibilidad –> Desafección
¿Es éso lo que está pasando? Con una consideración adicional: para construir el relato y el proyecto de «nuestra» sociedad de la información, o como queramos llamarla, la responsabilidad y la influencia (positiva y negativa) de «Madrid» es cercana a cero.

Ahora bien, esta «nuestra» carencia no es exclusiva ni de Cataluña ni de España. Por lo menos según la opinión del (radical) filósofo esloveno Slavoj Zizek publicada en El País de hoy,
¿Y qué pasa si el verdadero problema [… es …] la melodía en sí, la canción de la unidad europea que nos interpreta la élite tecnocrática de Bruselas? Lo que nos hace falta es una nueva melodía central, una nueva definición de Europa. El problema [… procede …] de la confusión sobre qué es Europa. El punto muerto experimentado por la Constitución europea es una señal de que el proyecto busca su identidad. […] La lección está muy clara: el populismo fundamentalista está llenando el vacío creado por la ausencia de un sueño de izquierdas.
Que cada uno decida en qué ámbitos más cercanos podría aplicarse una conclusión similar. Mi primera reacción, precisamente desde el respeto por el personaje, es la preocupación que me genera el hecho de que un académico e investigador como Lakoff, que en EEUU defiende la acción desde la base («grassroots»), acepte asesorar a la «maquinaria» de un partido político, incluso si es el PSOE. Porque se me antoja que el comentario de Zizek sobre las «elites tecnocráticas» sería aplicable a la maquinarias de los partidos. Suprimiendo, tal vez, el calificativo de «tecnocráticas».
La alternativa aparente sería encender luces nuevas, activar un movimiento «grassroots». Para la política en general. O, como mínimo, para las políticas de sociedad de la información. Cómo hacerlo, ésa es otra cuestión.