El País de hoy (Martes 22 de Mayo) contiene un artículo (ver) sobre el escaso diferencial de salarios entre quienes tienen (y no) un título universitario, algo que ya comentaba en un post anterior (ver aquí). Un artículo que ha provocado centenares de comentarios en la web del periódico.
Desde la perspectiva este blog, la cuestión es bastante sencilla. Todo el mundo admite que una de las claves para competir en la sociedad de la información y el conocimiento (o como quiera que escojamos llamar a la sociedad actual e inmediata) es la cualificación de los profesionales, y que ésta tiene que empezar en las universidades, aunque luego continúe toda la vida.
Eso, en teoría. Si en la práctica la preparación universitaria no se refleja lo suficiente en mejores salarios y mejores perspectivas profesionales, sólo hay dos posibles diagnósticos. O bien falla la oferta, lo que sería el caso si los universitarios no acaban suficiente o adecuadamente preparados. O bien falla la demanda, lo que sucedería si los empresarios no supieran cómo aprovechar a jóvenes cualificados para hacer funcionar mejor sus empresas. O ambos a la vez.
No se trata de buscar culpables, sino soluciones y responsables de ponerlas en práctica. Me parece más que posible que haga falta un proceso de «reconstrucción social» de nuestras universidades y su relación con las empresas, a la par que una renovación de nuestro tejido productivo y de su relación con las universidades.
¿Quién le pone el cascabel al gato? La situación no es nueva. A finales del siglo XIX y principios del XX, los industriales de los EEUU decidieron que necesitaban convertir los «laborious thinkers» que entonces producían las universidades en «thinking laborers» para hacer crecer las empresas. De ahí nació la renovación de las universidades norteamericanas, incluyendo la creación de los institutos politécnicos (como MIT, Carnegie-Mellon y otros).
¿Nos hace falta aquí algo parecido?
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